lunes, 30 de diciembre de 2013

El recuento del año.

En este  año decidí con más seriedad que los anteriores  aprender; (porque año tras año, el mismo cuento, y por ende el mismo resultado), sin saber aparentemente a dónde iba, lo que sí tenía muy seguro era dónde no estar, en qué tiempo y espacio no quería seguir habitando. Cogí mis ideas, las metí en mis deseos y avancé.
     Estos meses se diferenciaron de toda mi vida anterior, y hablo de toda, toda; que por primera vez fui consciente, si, es una palabra como todas las que usamos a diario, en las cuales no le damos ni la proporción, ni el significado adecuado, pero que ahora sé que es el apropiado. Entendí que para cambiar, necesitaba primero y principal: dejar todo, renunciar a todo; porque mientras hagas lo mismo, veas a las mismas personas, hables de lo  mismo, es parecido a estar entre cuatro paredes, sólo caminando en círculos,  sobre todo con las cosas o rutinas que te agradan,  que eso es lo más difícil de abandonar.
     Aprendí que no necesitaba irme lejos, ni aislarme del mundo, ni emprender viajes venturosos; el único viaje al que tuve que emprender y del que sigo allí sin haberlo terminado, es hacia mi interior. Verme como nunca lo había hecho, agazaparme cuando miraba mi sombra sin rechazarla, o quedarme en ella, para apreciar la luz. Tenerme paciencia cuando reaccionaba, tirando todo por la borda, para alcanzar a sostener antes de llegar al suelo,  mis sueños, sin que se resquebrajaran  del todo, para nuevamente seguir, de dónde me había quedado.
     El tiempo, lo empecé a conocer de forma diferente, despojada de prejuicios, límites determinativos, sobre todo cuando entendí que no es lineal, como nos enseñaron, sino circular, todo empieza y sigue en dónde le has metido. Encontrar esas estaciones entre  lo diverso para encontrar similitudes, y no volverme a engañar pensando que son cosas nuevas, cuando la situaciones eran las mismas, sólo con personajes cambiados e iniciar nuevas;  es de pronto mucha información que a veces creo que ya está digerida, cuando me viene una prueba más y descubro que reacciono como si no lo hubiera sabido.
     Encontré mi enemigo, que no es otro,  que mi yo, ese yo tan comodino, tan miedoso, tan desmotivado, que pretende regresarme siempre al punto de inicio, porque le es más fácil, porque no quiere enfrentar nada, porque quiere seguir igual, en cada paso al frente me llena la cabeza de dudas, de respuestas ridículas para atajarme una vez más.
     Y estoy  aquí, un año más, más mi misma, más yo empoderada de mí.

     

sábado, 7 de diciembre de 2013

Cuando un viejo amigo se va...

Cuantas veces no has escuchado decir o decirlo: “se cerró un ciclo”, “estoy terminando una etapa”; esto ocurre cuando  lo hacemos de una forma consciente, que  nos vamos a otro lugar, nos despedimos de ciertas personas, porque hemos tomado una decisión, pero ¿Qué pasa cuando,  sin uno decidirlo (en apariencia),  prácticamente desaparecen ciertas personas de tu vida?, llegan otras, a fuerza de sustituirse; las situaciones y circunstancias sufren el mismo proceso. Poco a poco pareciera que se acomodara otro escenario, se siente diferente, se respira diferente, incluso nos podemos dar cuenta que hemos cambiado de gustos.
     Todo nuestro mundo es un océano de información, nuestro cerebro interpreta todos  y cada uno  de esos datos de acuerdo a sus valores, creencias, educación, muy similar al lector de código de barras de una computadora. Si el código, que se me presenta no lo tengo archivado, simplemente será como un artículo no reconocido, no lo puedo ver. Sea esto una persona o una situación, una historia, incluso un virus, simplemente no lo podrá decodificar nuestro cerebro.  De acuerdo a esto, atraemos o repelemos todo nuestro alrededor. Está comprobado, estudiando los comportamientos de las fases del sueño, que un niño hasta los 7 años, se mantiene en una fase hipnótica completamente, es por eso que dicen que los niños son como “esponjitas” todo lo absorben,  esto es adecuado para que las creencias de la madre o la persona o personas más influyentes en su vida,  alimenten su cerebro con sus experiencias y emociones.  Primeramente eso,  luego viene la consciencia familiar, colectiva y demás que se encuentra en su entorno, dando por aceptado todo lo que le fue introducido como bueno, malo, correcto, incorrecto con la combinación de información y emoción.  Se programa como debe de reaccionar ante tal clima, tal palabra, tal personaje; que lo hará de forma automática hasta que lo concientice (si es, que esto sucede en algún momento) y entonces pueda tomar el mando, desautomatizarse  cambiando la emoción contenida por otra, para conseguir una respuesta diferente al mismo estímulo.
     Luego entonces, por resonancia, atraemos o nos comunicamos restringidamente, digamos como si fuéramos una estación de radio, supongamos que yo estoy  sintonizada en el 100.1 de FM, tengo una frecuencia de violencia, maltrato, injusticia y todo lo que pertenezca a ese campo ,  viviré y encontraré todo lo que se sintonice allí, similar atrae lo similar. Si por alguna razón, yo introduzco  información nueva en mi código, este empezará a escanear más datos de manera complementaria, y mi frecuencia se distorsionará, que me veré forzado a sintonizarla de nuevo, ya no podré estar en el mismo canal, tal vez me encontraré en el 102 ahora, por ende las personas y circunstancias que escuchaba en la estación anterior, ya no las puedo oír, ésta otra frecuencia, tiene música y charlas de otra índole. “Casualmente” les empiezo a no simpatizar a las personas con las que me encontraba, o yo a sentirme a disgusto con ellas,  otras nuevas me parecen tan identificables conmigo, mis valores, mis creencias han sufrido una modificación, la forma de mi entorno no encaja  ya en el mismo lugar, como un gran puzzle, todas sus orillas sufrieron un cambio, ahora la pieza cabe en otro lugar perfectamente.
     Si estás leyendo esto,  te parece incongruente y  lo dejas, simplemente será, porque no “resonamos”,  pero si te llama la atención, te identifica algo, o incluso lo rechazas de inmediato como si te “cayera” mal; las ondas en las que nos comunicamos tienen una frecuencia similar, aunque no lo comprendamos de momento. Y lo puedes constatar, cuando te encuentras con alguien, que de entrada te “choca”,  no sabes qué  es, pero algo de él te molesta mucho o todo lo contrario, encuentras tantas similitudes, que pareciera que se conocen de toda la vida.  Salvo que, no nos educaron, para poner atención en esos pequeños detalles. Donde podríamos entender y crear relaciones maravillosas de aprendizaje constantemente,  sin daños a terceros. Porque todo lo que llega a tu vida, tú lo has pedido, tú mismo le has puesto una tarea para ti, lo único que hay que hacer es encontrar ese propósito.

     

miércoles, 6 de noviembre de 2013

De noche de brujas y muertos.



Me declaro no a favor, ni en contra del Halloween, creo que, ya “me cure de espanto” de ser defensora de tradiciones y todo lo que conlleva, no por restarles importancia, sino por vivir en esta época,  y aceptar que  habitamos  este contemporáneo y globalizado mundo, donde cada vez la frontera empieza a disiparse. La pureza de razas, tradiciones, costumbres es casi como el eslabón perdido.  Pero  no es de eso de lo que quiero hablar. Si no,  ya del hecho,  más que inevitable, imparable,  de que se practique tanto o más la celebración del Halloween que o como la de Día de muertos o Todos Santos,  que además, ahora se ha convertido en un híbrido, fusionándose ambos, para mezclar en los altares “tradicionales” las banderitas de papel picado con los colores de la otra celebración, así como aparecer las calabazas disfrazadas de caras al lado de las catrinas o las calaveritas de azúcar. 
     Centrándome en la práctica,  que es el menester de este escrito, enfocándome justo en la pedidera de dulces. Los niños se disfrazan o no, o lo hacen a medias, o como sea; hasta allí todo está bien. Entrando en la materia de lleno, de que no todo el país está homogeneizado con dicha tradición, me suena un poco descabellado y hasta cierto punto manipulador, que supongan, si es que no lo han pensado o derivado del sentido común (porque al final no es tan común); que no toda la gente está esperándolos con dulces o golosinas,  más aún, si son defensores acérrimos de la tradición autóctona. Tal vez, se me ocurre, que yo, en su lugar, iría sólo a las casas que tienen adornos arquetípicos a la fecha, a manera de que sea la seña, con grandes probabilidades de que yo reciba los esperados dulces, otra sería organizar de antemano, entre vecinos, quienes participarían, porque, ¿qué necesidad? Tiene alguien, de que le pongan caras o no le abran (por lo que ha creado la necesidad de que las madres funjan de chaperonas  de sus hijos en tal práctica).  Supongo yo, qué es precisamente para evitar problemas de ese tipo. Ahora bien, las personas que no quieran participar, están en el mismísimo derecho de los que se disfrazan, donde les parecerá no sólo incorrecto, sino hasta molesto tener que lidiar con los timbrazos de puerta, y verse en la necesidad de darles algo, aunque no lo hayan querido hacer.  Además, con esta fusión, no sólo se ocupan de desfilar afuera de las casas,  el día correspondiente a la noche de brujas, sino que se extiende  al 1ero y 2 de Noviembre, ya de Todos Santos;  pidiendo entonces  su “calaverita” que el estricto sentido de la costumbre, sería una rima, no dulces, por aquello que les vayan a decir que el Halloween ya pasó.
      Creo que van a pasar unos tantos años más, para que sea algo que tenga la aceptación que unos desean de los otros, pero se puede ir estableciendo una tregua, más cómoda para ambas partes.


viernes, 18 de octubre de 2013

La incoherencia mundanal

Es bastante enriquecedor conocer gente nueva, ayer en un cumpleaños donde sólo conocía al cumpleañero, no tuve otra opción, más que socializar con los prospectos a amistad. Y entable conversación con unas cuantas personas. Es sorprendente, como se puede saber tanto de alguien, sólo con una introducción; que gracias a eso, nace este escrito. Por lo cual lo agradezco infinitamente.

        La información que sale, después de un soy y me dedico a, entre palabras más, espacios menos; donde se hace una “explicación-justificación” de: estoy muy bien, pero hay algo,  o a mí me gustaría,  vine queriendo ir a otro lado, pero no lo hice; mientras poco a poco se va desnudando el interior sin saber que lo está haciendo (decisión, coherencia, actitud, valentía, coraje, ganas de vivir y un sin número de parámetros más,  que aparecen muy vistosos como ausentes). Y no se da cuenta, porque está tan concentrado en un discurso que intenta convertir en manipulación para conseguir una empatía ficticia,  inmediata con el interlocutor (yo o cualquiera), perdiendo el control entre más se aferre a tenerlo.  No estoy diciendo que toda la gente en la fiesta está en el mismo banquillo, pero éste tipo de personas es el sujeto a mi observación.
     Una invitación a la total desolación en medio del bullicio de la fiesta, que por supuesto, no es lo que se espera,  cuando vas a un cumpleaños. Porque la soledad se lleva consigo dentro, no hay quien patrocine compañía a nadie, ni por caridad (que luego se da mucho) pero esto es una incoherencia más grande que de la que hablo, además de hipocresía.  Y llego a todo esto, porque ¿qué necesidad tiene una persona de ir a mal pasar un rato, cuando tiene claro qué  le gustaría estar haciendo? Y sólo lo  impide,  la decisión de ejecutarlo, digo, a nadie se le obliga a ir a una fiesta o a cualquier otro lugar, porque ya de entrada implica, arreglarse, trasladarse, dejar de hacer algo o interrumpirlo. Si lo que te mueve a ir es  la intención de  conocer personas, vas a encontrar sorpresas, muchas, agradables o no, que sólo va a depender de las expectativas con las que llegues,  pero si vas cerrado a una opción, a menos que tengas un tino fabuloso, sólo encontrarás  frustración.  
       Esta es una decisión intrascendente  pero que pasa cuando te llenas de situaciones en las que como columpio, brincas de una a otra, al mismo ritmo y en similitud de circunstancias, algunas más importantes, menos importantes, pero todas tienen consecuencias. Y se va generando un sentimiento que crece poco a poco de frustración, que puede terminar en depresión, en mal humor crónico, o evasión de las maneras que te permitas.  Donde ya aceptar lo que no quieres es lo más común, te vuelves una especie de autómata,  para llegar a la meta inevitable, cuando te preguntes: ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, la respuesta obvia es TODO, has hecho todo, porque quién más que tú fue,  poco a poco concediendo, aceptando. No hay cárcel más grande que estar dentro de ti, sin poder salir y ser tú mismo quien se lo impida.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Mi México, mi realidad.

Lo más actual, fuera de las noticias amarillistas de las cuales no me gusta, ni enterarme; porque creo al respecto, que para qué voy a informarme de algo, donde yo no voy a resolver, ni aportar nada, que solo  intentará sobornar mi tranquilidad y no me deja ningún beneficio; es la película “No se aceptan devoluciones”, de Eugenio Derbez.
   Después de leer, sobre la crítica que hace Luis Prados, en El País: “El México inexistente de Eugenio Derbez”, me dieron ganas de opinar al respecto.  Enaltece las películas como Heli, (de la cual no opino porque no la he visto y no creo hacerlo), El infierno y otras más; por ser de categoría “realista”, quedando la de Eugenio fuera de esa clasificación,  como un remedo del cine viejo, que ahora parece que es malo, y la fantasía también.  
     Si desmadejamos, varios puntos; podría iniciar, que el cine es,  o yo creí, una diversión, por principio de cuentas.  El estereotipo de galán, se ha ensanchado tanto, que podríamos empezar por aceptar muchas categorías al respecto, las cuales se asemejan más a la realidad que cada quien vive, los galanes como Bond, Martin, Beckam, no los veo caminando por la calle (desgraciadamente), o tal vez porque ando más en carro como la mayoría de los de mi clase mediera, y por eso pierdo la oportunidad.    Cada película es la propuesta de una mirada en particular sobre una circunstancia o situación de vida, no representa nada más, nos podemos identificar o no con ello, existe un dicho ancestral que lo reafirma: “cada cabeza es un mundo” o ¿será que ahora tenemos que pensar igual? Oliendo un poco a dictadura.  Y hablando de olor, todo tiene un contexto amplio, que cuando se mira, sólo se ve una parte, no conozco mucha gente que le guste buscar  la mizcua de algún lugar,  para sólo estarla oliendo, hay una patología al respecto,  pero si nos vamos a las estadísticas que tanto gustan, otra vez, no es la mayoría.  Y si hablamos de lo que en otra crítica se menciona, de no ser una tragedia, porque tiene comedia; ¿qué pasa con la gente que no tiene una vida plana?,  de llorar o reír todo el día, ¿no somos reales o no existimos?, creo que otra vez, somos la mayoría.
      Hay otro puntito,  en el México, donde vivo, donde me muevo a diario, no me aparecen, balazos, violaciones, narcotraficantes, mujeres con el drama cosido a sus arrugas de tanto pujar, como los personajes “realistas” que quieren ver (tendríamos que preguntar  quién quiere), a menos que sean muy buenos actores,  la gente con la que trato a diario,  no pertenece a este grupo.   Tampoco las colonias donde vivo y convivo,  parecen las coladeras que les gusta retratar, y eso que no cargo mi ordenador, conmigo en la calle, las veo directo.  
     Otra cosita, ya dejando como aceptado sólo este género real y crudo como aceptado. ¿Para qué verlo? Para sentirme identificada con  un dolor, y seguir sufriendo acompañada, dándole vuelo a la hilacha o  para poder satisfacer mi fantasía de matar, destazar, golpear y someter a alguien. Digo, porque no va fijo, que nos vamos a identificar con la víctima, nos puede gustar más el papel de victimario. Porque propuestas de solución, ninguno tiene.

      De hecho he dejado de ver cine mexicano, a menos que lo decida,  por los actores de reparto, que me garantizan una propuesta diferente. Había ya dado gracias a Dios, por el renacimiento del nuevo cine mexicano, desde “sólo con tu pareja”, “Cansada de besar sapos”, “La ley de Herodes”, donde se estaba borrando la horrible cicatriz que dejó el cine guarro de ficheras. Que me imagino, que era la realidad, si pero, de una colonia, de un código postal, y eso no es el México completo.  Aunque, yo sea el 0.00001% de sus estadísticas soy parte de México también. 

viernes, 27 de septiembre de 2013

Nosotros



Desde mis primeros recuerdos, he venido escuchando de manera continua sobre  los mexicanos, si somos así o asado: “México tiene muchas riquezas, pero desgraciadamente pusieron mexicanos en el territorio”, el tan mencionado malinchismo, de la grandeza y embobamiento con  culturas, de la corrupción en el país, el apreciar lo güerito,  los ojos claros  mejor vistos que los prietitos, y podría seguir con una lista interminable.


         Hay algo que no entiendo, todos estamos dotados de exactamente los mismos miembros corporales, el mismo número de neuronas, (al menos entramos en una media, dejando los genios aparte por supuesto), un lenguaje, el mismo o casi universal sistema métrico decimal, estructuras culturales similares; ¿Por qué entonces?- darle más valor a alguien solo porque no es de aquí o por su físico. O en sentido opuesto, sentirse más que otros. No existe una razón que justifique inferioridad a nuestro pueblo.
           Si nos gusta una organización, estructura o forma de vida, porque no adaptarla a nuestras necesidades, complementando lo que ya nos sirve y desechando lo que no.  En lugar de ir haciendo comparaciones que solo nos dejan un mal sabor de boca y quedando como mediocres, de donde todos somos parte,  de una u otra manera. Y debemos entender, que los cambios se van a dar, cuando cada uno de nosotros haga su trabajo, ponga su granito de arena en beneficio comunal. El hacer o no hacer nada, nos perjudica o beneficia a todos.
            Ahora bien, el no terminar de identificarnos como mexicanos, es muy lógico, como lo expresa magistralmente Octavio Paz, en su Laberinto de la Soledad. No somos ni los indígenas ni los españoles, sino una mezcla salida de ellos de una manera violenta, arbitraria,  pero que tenemos de ambos. Y negar a uno u otro, solo nos indica lo poco que nos aceptamos.
             Nuestro patriotismo, en proceso de extinción. Se ha ido apagando poco a poco desde los colegios en donde ya no se hacen honores a la bandera, ya no se entona nuestro himno Nacional, ahora con la cancelación de los desfiles del Aniversario de la Revolución Mexicana, no es extraño encontrar entre los jóvenes una gran confusión de fechas importantes para nuestra Nación. Y que además, parecería que el sabor y la esencia mexicana, se quedó encapsulada en esa época.  Donde la mayor representación de ser patriota es gritar en 15 de septiembre en un antro y  apoyar a la selección de futbol mexicana. Olvidándonos de otros deportes, disciplinas y áreas en donde si de verdad triunfan los mexicanos.   
            ¿Dónde están quedando nuestras tradiciones?, es verdad que con la globalización se está haciendo pequeño el mundo. Pero sería interesante salvaguardar algunas,  que tengan un sentido para nosotros, que se diera la información pertinente para ello y no solo imitar como autómata adornos, disfraces y festejos.
            Si cada uno de nosotros valoráramos nuestra Patria, nos preocuparíamos por ser mejores ciudadanos, nos comprometeríamos a dar de nosotros mismos algo más, hacia nuestra propia gente. Nos respetarían desde cualquier parte como nación unida y solidaria. No tanto porque nos pongamos un sombrero o una falda de Adelita, sino el llevar nuestra esencia, lo que nos hace únicos, dentro de la piel.  Saber que nuestra tierra está llena de riquezas. Que tenemos un país con un legado cultural envidiable por cualquiera. Valorar lo que tenemos, que sólo puede suceder si se le conoce.


domingo, 15 de septiembre de 2013

Mi teoría del TDAH

Cuando inicié mi otra etapa de colegio, la de llevar niños a la escuela, me encontré con este término tan desgastado ahora.  Ya que, como el niño no esté quieto, callado, obediente y/o sumiso, se le etiqueta de manera automática, inmediata y determinante con déficit de atención e hiperactividad. Lo sé, porque a mí me pasó así, y a la prima, la hermana, la tía y la vecina de una amiga; casi de forma epidémica.
       Se me da por hurgonear, cualquier cosa que me interese, así que empecé a leer sobre el tema.  Y entre más le buscaba, encontraba que la sintomatología se me aplicaba en particular a mí. Como anillo al dedo. Pero algo no me cuadraba, de niña, no coleccionaba quejas, de ningún tipo, ni en la casa, mucho menos en la escuela;  esto se me desarrolló más bien, ya dejando la adolescencia.  De lo cual no se hablaba nada al respecto, porque según las teorías que leí, era un desorden orgánico, obviamente de nacimiento.  O sólo les sucedía a niños de edad escolar. Lo había olvidado por completo, porque ya pasaron varios años de esta inquietud.   Sin embargo, no fue hasta hace unos minutos, leyendo una reseña,  de la vida del diseñador de moda, Phillip Lim; que “me cayó el veinte”.  Hablaba de cómo se sentía cuando estaba estudiando algo que no quería, y lo estaba matando. Inmediatamente, me transporté a la escuela o las ocasiones en que he estado sentada (en algún lugar donde no quiero estar), la sensación que recorre el cuerpo de pies a cabeza, es tan desagradable, que lo único en lo que pensaba cuando lo vivía, era correr, tan lejos y rápido como pudiera. No había una posición que me resultara, ya no agradable, siquiera al menos soportable, en la silla.  Obviamente mi ser completo se resistía a soportar un minuto más, lo que  le estaba obligando a hacer. Y no porque  fuera insoportable la situación,  sino la contrariedad de lo inconsciente  que te grita en cada poro, no quiero escuchar, no quiero ver, no quiero estar aquí, simplemente.
     La “buena” educación, de ser “socialmente correcto”, pesa mucho.  Una vez se soporta, pero cuando es el diario vivir, empieza a causar estragos.   Y no es lo que hagas, sino hacer algo que no te parece importante, que no tenga un sentido que lo justifique o que no deseas hacer. Cuando pasa a un nivel de inconsciente a consciente, se manifestará de la manera en le sea permitido. Como no se puede decir, aparece con sintomatologías aceptadas.  Incluso esperadas, entre más “conflictos” sobrelleven ahora las madres, más reconocido es su mérito, como tal.
      Los niños, son  hasta cierto punto, secuestrados por los padres y la sociedad.  Se oye horrible, pero ellos no deciden nada, con esto no quiero decir, que no se les eduque, o que se le otorgue el control total de su vida. Pero sería prudente, creo yo, que al menos se les ayudara a encontrarse a sí mismos, a saber de ellos y sus intereses.   Una de las cosas que más nos interesa que se aprenda es el respeto, y generalmente, éste, e le aplica violentando, obligando, atropellando.  No significa tampoco que se les tome parecer a cada decisión, pero sí  a sus sentimientos, y a cómo se sienten con respecto a ellos, cuando se les inculca con un respeto a la verdad, a la tolerancia del ser;  donde es importante, los tiempos libres, las observaciones sin prejuicios. Donde se permita aceptar las diferencias.   Tal vez nos faltan opciones; es  ya sabido por la mayoría, que existen varios tipos de inteligencia, y de acuerdo a los cuales, se nos hace más fácil  o interesante aprender, rescatando los talentos naturales.  En lugar de llevar a todos por el mismo camino, y con el paso. Probablemente, ahorraríamos en medicinas y terapias, si invirtiéramos en una educación multidisciplinaria, donde no importe la calificación, sino el aprendizaje.  Posiblemente diera pie, a menos manías, menos conflictos y por ende ciudadanos más realizados.  Como lo diría Shakespeare, ser o no ser. ¿Qué pasaría, con los niños que abiertamente pudieran decir que no les gusta ir a la escuela (tradicional) y que hubiera además otra opción? ¿se negarían a ir, se enfermarían para llamar la atención? O posiblemente se pudieran realizar plenamente.

     

lunes, 5 de agosto de 2013

Estar en trámites.

 Decidí aprovechar el tiempo de vacaciones para hacer algunos trámites, como renovar mi pasaporte. Mi felicidad de encontrarme con la novedad del  sistema de citas, de no llevar medio libro de copias, me duró muy poco. Lista con todos los requisitos, puntual, esperé mi turno, que escuché casi una hora después de la hora acordada. Le señale a la señorita que deseaba cambiar mi apellido de casada por el de soltera, puesto que no tenía sentido mantener un estado en el que ya no estaba. (Cuando hice la cita por teléfono, ya me había informado del requisito para dicha corrección: mi acta de nacimiento) Después de revisarlo, quedó rechazado, por no ser un acta actual, la de  color café. Me sugirió que fuera a sacarla del cajero, pero que ya no me podía ella recibir la documentación, necesitaría solicitar otra cita. Y advirtiendo que el trámite en particular, tardaba de tres semanas a un mes. A menos que dejara el pasaporte igual. Opté por la primera opción.

     Fui a la primera dirección donde habría un cajero para las actas. Llegué a HEB que era lo más cerca, y nada. Efectivamente, materialmente existía la máquina, salvo que no entraría en funcionamiento al parecer hasta finales del mes. Decidí ir entonces al Registro civil, allí me aseguraron encontraría una funcionando. Llegué entonces hasta ese mar de gente. Me formé en la línea, y cuando por fin llegó mi turno, no aparecí en el sistema. Ya para entonces no alcanzaba sacarlo por ventanilla. Perdido un día, regresé al siguiente -¿Qué más me quedaba?—Para entonces, la información que solicité, en Relaciones exteriores a las dos personas que me atendieron, una en Río Nazas y la otra en Arista, referente a quiénes aparecen en el sistema del cajero, por aquello, del año o el municipio, no sólo fue inútil, sino hasta opuesta. En fin, me pareció increíble que no supieran esa información, pero supuse que se debía a que sólo sabían de su institución, no hay que mezclar registro, con relaciones o gobernación, etc., puede ser confidenciales, tal vez.
       Un día más, fui directo al Registro Civil, me quedé como una hora en cola, hasta que se me atendió, sólo para anotar los datos del acta que yo traía. Habría que regresar a la 1:00 (otra vez, perdido todo el día, y no alcanzaría el horario de Relaciones, ocuparía un día más). En esa hora, observando a las personas a mi alrededor, pensé: si a mí, que vivo aquí, ando en automóvil, no tengo que pedir permiso a un jefe, y no sé otra circunstancia se me ocurrió; me parece muy molesto. ¿Qué pasa con las personas que vienen de otro municipio, estado, les descuentan el día, etc.? – La primera y única respuesta que me pareció lógica: A nadie le interesa (al menos a los servidores públicos, no). También reflexioné sobre los trámites anteriores a éste. Mi curp, fue tomada, constatada y demás de mi acta de nacimiento; me la otorgó Gobernación, una institución gubernamental. Mi IFE, totalmente actualizado, por cambio de domicilio, por fecha, y hasta por reposición, muy recientemente,  porque lo extravié. También me solicitó en cada uno de ellos, un acta de nacimiento; que ahora ha quedado escaneada (¿o sólo fue una actuación con la que fui engañada?), además de archivada como siempre. Claro, ésta es del Instituto Federal Electoral. Que en momentos como éste, puedes comprobar que no sirven para nada. Primero: una institución gubernamental, no admite la certificación hecha por otra institución también de gobierno, como en este caso. Relaciones exteriores no admite la veracidad de un IFE, para tomar de allí los datos, lo pide como un requisito más para llevar. La curp, que tiene una accesibilidad rápida y eficiente, en cualquier computadora que cuente con internet. No te sirve tampoco, pero hay que llevarla impresa. Acumular papeles, claro, no tenemos obligación de ahorrar esto, porque no somos un país de consciencia ecológica, por lo tanto no tenemos que hacerlo. Hay que volver a presentar un acta, en vivo y a todo color, además de recién hechura. Si el caso sólo fuera obligar al ciudadano a consumir el producto (cosa descabellada por su naturaleza), también me parece de suma torpeza. ¿Para qué, poner cajeros en el registro y no en las instituciones que lo requieren? Uno en Relaciones Exteriores, otro en el IFE, otro en Gobernación, en la SEGE, etc. Tendríamos el éxito de realizar el trámite en una sola exhibición. No generaríamos tráfico humano  en recintos  como estos. Salvo los que requieran otro tipo de trámites especiales, los trabajadores no estarían estresados de atender cientos de personas todos los días. (Lo que creo, mejoraría su carácter y rendimiento). Además, eso nos haría parecer a un país del primer mundo, y cómo nosotros nos llenamos la boca y todo lo que se pueda para afirmar que no, ahora ni nunca, estaríamos en esa clasificación, por lo tanto hay que reafirmarla con hechos.
     No  todo es igual,  ni en todos lados, hay que admitirlo. Afortunada o desafortunadamente, la tecnología sigue siendo sólo una herramienta, maravillosa; pero al fin y al cabo, herramienta. Dependemos y vamos a seguir dependiendo de la gente que está usándola. La discriminación o elección de recibir o no un documento, tomar la decisión de querer ayudar o entorpecer. O si su desconocimiento es el principal bloqueo. Por lo tanto, la solución a esto,  sería la capacitación adecuada del personal, que a su vez haya sido elegido por sus aptitudes para no sufrir sus actitudes. Y saberse como el credo. Que están para servir, y si no, hay muchos que harían su trabajo con mucho gusto, incluso ganando menos de lo que ellos obtienen al momento.
      


miércoles, 24 de julio de 2013

La espiritualidad.

Desde que empezamos a tener uso de razón, nos  introducen  varios conceptos importantes y básicos en nuestra vida. La espiritualidad es uno de ellos.  No sé,  en el caso particular de cada uno, pero sí,  hablo por el mío y lo que tengo a mi alrededor. Que nos han vendido una idea errónea y alejada de esta realidad. No voy a culpar a nadie, porque al final,  no es ese el punto; simplemente ha sido un aprendizaje llevado de padres a hijos; con, en la mayoría de los casos, la mejor intención;  derivándose del concepto colectivo, que en tal caso sería más importante investigar de dónde salió todo esto, y con qué fin.  Que a lo único que nos lleva es a llevar una vida de contradicciones, antinatural y llena de culpas (lo cual se me antoja como objetivo de quien lo inició); ya que es muy difícil,  ejercer o vivir una libertad, cuando siempre te encuentres atado a una culpa o a prejuicios.
      Y entonces aprendemos,  que ser espiritual semeja a ser un ermitaño metodista, renunciando a todo lo que placer provoca,  en algún sentido del cuerpo;  convertirse en alguien  que se someterá a las necesidades de otro y que su carácter será invariablemente,   un mar en calma. Que jamás puede cometer un error, situación ilógica; a menos que pensáramos que la vida completa ya está programada sin ningún cambio, donde a algunos les tocó un guion perfecto. Y si hablamos de la paridad: dinero-espiritualidad, es totalmente descabellada, casi innombrable. Es como si, en el momento de elegir este camino (que no es ajeno a otros menesteres) te convierta en un limosnero. Se le ha puesto en un saco muy grande, que no es sorprendente,  no ver muchos candidatos tras él.
     El ser humano es espiritual, lo que ha pasado es que lo hemos olvidado, no tenemos que hacer nada para lograrlo,  hemos copiado rituales, que a alguien le funcionaron,  sólo necesitamos  conectarnos con nuestra esencia. Lo que nos mueve, lo que nos mantiene vivos. Compartirlo con los demás, con pasión.  Cada que entramos en un estado creativo, nos conectamos.  Y la creatividad se vive de una manera muy personal, probablemente ese estado en ti,  sea cuando arreglas un carro, cuando pintas un mueble, cuando compartes tus conocimientos con otros, cuando haces deporte. No necesariamente ser un “artista”, en el restringido concepto que manejamos comúnmente, todo lo que hagamos de una manera entregada, apasionada, es un arte. Porque cuando lo hacemos así, sucede de una manera única e irrepetible como nosotros.
     Tampoco debemos olvidar que somos multifacéticos, por lo consiguiente, el hecho de empezar a trabajar una faceta de nuestra vida, llámese hija, esposa, amante, padre, hermano, etc.,  no se arreglan en automático las otras, son  como capas de cebolla, iremos quitando una a una, con una gran probabilidad, de que al resolverse, aparecerá otra.  De eso se trata la vida. Hemos negado o renunciado tanto a nuestra espiritualidad y ¡cómo no!, si nos parece castrante,  que necesitamos proyectarla en santos, personas que creemos casi irreales. De las cuales aceptamos una de sus facetas con agrado, buscado siempre entre las otras,  su oscuridad para juzgarla.  Perdemos la perspectiva, cuando queremos matar al mensajero, dejando a un lado lo importante: el mensaje.

   Aprendamos a disfrutar de la vida, tal como es. Podremos empezar a dar, no a todos les gustará nuestro fruto, pero más de uno se acercará a nuestra sombra, cuando le sea necesaria.

Tu poderío.


miércoles, 3 de julio de 2013

La unión inconsciente. Por Haydée Terán.


“Lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino” Carl Gustav Jung.



En nuestro inconsciente albergamos muchas historias, acumuladas desde nuestra gestación o que nos son heredadas,  se van tejiendo como el   hilo y urdimbre que vamos colocando, con cada experiencia y emoción de aquella. Que nos programan, de manera que cuando vivimos una nueva experiencia, sólo reaccionamos, la evaluamos de acuerdo a lo que ya conocemos,  lo juzgamos,  comparado con esas referencias. Por lo tanto, siempre estamos viviendo en el pasado, decidimos que es bueno, adecuado o incorrecto con base a todos los  datos, que se colocaron en la memoria y que muchas veces, ni siquiera son de nuestras vivencias, sino,  heredadas de nuestros padres o abuelos. Así va ocurriendo  nuestra vida, todo gira de acuerdo,  al Dios de mamá, a los valores de la abuela, a las manías de nuestro padre o proyectos insatisfechos de nuestro abuelo, y también,  como sociedad que somos, a los prejuicios colectivos de nuestro entorno.
     Cuando encontramos a alguien, ya lo habíamos buscado, no con nuestros ojos, sino más allá de nuestros sentidos, con nuestro inconsciente y sus necesidades. Vaya a ser nuestro futuro jefe, que quizá es el padre eternamente buscado  y no encontrado, nuestras amigas,  como madres sustitutas para que nos sigan controlando, regañando y limitando. Actuando de manera magistral, el papel que nos tocó representar en nuestro árbol genealógico. Ahora víctima, ahora verdugo. En una rueda de la fortuna, que sólo gira desde su misma base, mismo lugar, misma vuelta y todo se repite.  Profesiones,  tragedias,  arquetipos.  Buscando afanosamente el reparto de los demás, que harán el papel que necesitamos para embonar de manera perfecta en nuestros guiones.  Si requerimos un villano, es porque sólo sabemos hacer el papel de víctima, que estaremos representando hasta que nos cansemos y queramos actuar en otro personaje.
      Huir de una situación, buscar otra persona, a la que sólo le cambiaremos el nombre, porque “casualmente” estará siendo igual que la anterior, no nos ayuda a mejorar. Si deseamos un cambio,  éste,  iniciará en  un viaje intenso y extenso a nuestro interior. Bucear entre nuestras creencias, apegos y deseos, desmenuzarlos y entenderlos. Para encontrar los propios.   Dejar los  sirven para llevarlos por el sendero que queremos recorrer, quitar los pesados lastres que nos obligaran a quedarnos atorados en el camino.

     Todo se reduce a crecer, a tomar consciencia de nuestra vida, responsabilizándonos de ella. Sin miedo, sin trampas, sin culpas. Cuando tomemos las riendas de nuestra vida, no habrá más que lo que nosotros queremos que haya, les arrebatamos de una vez por todas,  el poder que alguna vez,  les otorgamos a los otros.