viernes, 18 de octubre de 2013

La incoherencia mundanal

Es bastante enriquecedor conocer gente nueva, ayer en un cumpleaños donde sólo conocía al cumpleañero, no tuve otra opción, más que socializar con los prospectos a amistad. Y entable conversación con unas cuantas personas. Es sorprendente, como se puede saber tanto de alguien, sólo con una introducción; que gracias a eso, nace este escrito. Por lo cual lo agradezco infinitamente.

        La información que sale, después de un soy y me dedico a, entre palabras más, espacios menos; donde se hace una “explicación-justificación” de: estoy muy bien, pero hay algo,  o a mí me gustaría,  vine queriendo ir a otro lado, pero no lo hice; mientras poco a poco se va desnudando el interior sin saber que lo está haciendo (decisión, coherencia, actitud, valentía, coraje, ganas de vivir y un sin número de parámetros más,  que aparecen muy vistosos como ausentes). Y no se da cuenta, porque está tan concentrado en un discurso que intenta convertir en manipulación para conseguir una empatía ficticia,  inmediata con el interlocutor (yo o cualquiera), perdiendo el control entre más se aferre a tenerlo.  No estoy diciendo que toda la gente en la fiesta está en el mismo banquillo, pero éste tipo de personas es el sujeto a mi observación.
     Una invitación a la total desolación en medio del bullicio de la fiesta, que por supuesto, no es lo que se espera,  cuando vas a un cumpleaños. Porque la soledad se lleva consigo dentro, no hay quien patrocine compañía a nadie, ni por caridad (que luego se da mucho) pero esto es una incoherencia más grande que de la que hablo, además de hipocresía.  Y llego a todo esto, porque ¿qué necesidad tiene una persona de ir a mal pasar un rato, cuando tiene claro qué  le gustaría estar haciendo? Y sólo lo  impide,  la decisión de ejecutarlo, digo, a nadie se le obliga a ir a una fiesta o a cualquier otro lugar, porque ya de entrada implica, arreglarse, trasladarse, dejar de hacer algo o interrumpirlo. Si lo que te mueve a ir es  la intención de  conocer personas, vas a encontrar sorpresas, muchas, agradables o no, que sólo va a depender de las expectativas con las que llegues,  pero si vas cerrado a una opción, a menos que tengas un tino fabuloso, sólo encontrarás  frustración.  
       Esta es una decisión intrascendente  pero que pasa cuando te llenas de situaciones en las que como columpio, brincas de una a otra, al mismo ritmo y en similitud de circunstancias, algunas más importantes, menos importantes, pero todas tienen consecuencias. Y se va generando un sentimiento que crece poco a poco de frustración, que puede terminar en depresión, en mal humor crónico, o evasión de las maneras que te permitas.  Donde ya aceptar lo que no quieres es lo más común, te vuelves una especie de autómata,  para llegar a la meta inevitable, cuando te preguntes: ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, la respuesta obvia es TODO, has hecho todo, porque quién más que tú fue,  poco a poco concediendo, aceptando. No hay cárcel más grande que estar dentro de ti, sin poder salir y ser tú mismo quien se lo impida.

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