Decidí aprovechar el tiempo de vacaciones para
hacer algunos trámites, como renovar mi pasaporte. Mi felicidad de encontrarme
con la novedad del sistema de citas, de
no llevar medio libro de copias, me duró muy poco. Lista con todos los
requisitos, puntual, esperé mi turno, que escuché casi una hora después de la
hora acordada. Le señale a la señorita que deseaba cambiar mi apellido de
casada por el de soltera, puesto que no tenía sentido mantener un estado en el
que ya no estaba. (Cuando hice la cita por teléfono, ya me había informado del
requisito para dicha corrección: mi acta de nacimiento) Después de revisarlo,
quedó rechazado, por no ser un acta actual, la de color café. Me sugirió que fuera a sacarla
del cajero, pero que ya no me podía ella recibir la documentación, necesitaría
solicitar otra cita. Y advirtiendo que el trámite en particular, tardaba de
tres semanas a un mes. A menos que dejara el pasaporte igual. Opté por la
primera opción.
Fui a la primera dirección donde habría un
cajero para las actas. Llegué a HEB que era lo más cerca, y nada.
Efectivamente, materialmente existía la máquina, salvo que no entraría en
funcionamiento al parecer hasta finales del mes. Decidí ir entonces al Registro
civil, allí me aseguraron encontraría una funcionando. Llegué entonces hasta
ese mar de gente. Me formé en la línea, y cuando por fin llegó mi turno, no
aparecí en el sistema. Ya para entonces no alcanzaba sacarlo por ventanilla. Perdido
un día, regresé al siguiente -¿Qué más me quedaba?—Para entonces, la
información que solicité, en Relaciones exteriores a las dos personas que me
atendieron, una en Río Nazas y la otra en Arista, referente a quiénes aparecen
en el sistema del cajero, por aquello, del año o el municipio, no sólo fue
inútil, sino hasta opuesta. En fin, me pareció increíble que no supieran esa
información, pero supuse que se debía a que sólo sabían de su institución, no
hay que mezclar registro, con relaciones o gobernación, etc., puede ser
confidenciales, tal vez.
Un día más, fui directo al Registro
Civil, me quedé como una hora en cola, hasta que se me atendió, sólo para
anotar los datos del acta que yo traía. Habría que regresar a la 1:00 (otra
vez, perdido todo el día, y no alcanzaría el horario de Relaciones, ocuparía un
día más). En esa hora, observando a las personas a mi alrededor, pensé: si a
mí, que vivo aquí, ando en automóvil, no tengo que pedir permiso a un jefe, y
no sé otra circunstancia se me ocurrió; me parece muy molesto. ¿Qué pasa con
las personas que vienen de otro municipio, estado, les descuentan el día, etc.?
– La primera y única respuesta que me pareció lógica: A nadie le interesa (al
menos a los servidores públicos, no). También reflexioné sobre los trámites
anteriores a éste. Mi curp, fue tomada, constatada y demás de mi acta de
nacimiento; me la otorgó Gobernación, una institución gubernamental. Mi IFE,
totalmente actualizado, por cambio de domicilio, por fecha, y hasta por
reposición, muy recientemente, porque lo
extravié. También me solicitó en cada uno de ellos, un acta de nacimiento; que
ahora ha quedado escaneada (¿o sólo fue una actuación con la que fui engañada?),
además de archivada como siempre. Claro, ésta es del Instituto Federal
Electoral. Que en momentos como éste, puedes comprobar que no sirven para nada.
Primero: una institución gubernamental, no admite la certificación hecha por
otra institución también de gobierno, como en este caso. Relaciones exteriores
no admite la veracidad de un IFE, para tomar de allí los datos, lo pide como un
requisito más para llevar. La curp, que tiene una accesibilidad rápida y
eficiente, en cualquier computadora que cuente con internet. No te sirve tampoco,
pero hay que llevarla impresa. Acumular papeles, claro, no tenemos obligación
de ahorrar esto, porque no somos un país de consciencia ecológica, por lo tanto
no tenemos que hacerlo. Hay que volver a presentar un acta, en vivo y a todo
color, además de recién hechura. Si el caso sólo fuera obligar al ciudadano a
consumir el producto (cosa descabellada por su naturaleza), también me parece
de suma torpeza. ¿Para qué, poner cajeros en el registro y no en las
instituciones que lo requieren? Uno en Relaciones Exteriores, otro en el IFE,
otro en Gobernación, en la SEGE, etc. Tendríamos el éxito de realizar el
trámite en una sola exhibición. No generaríamos tráfico humano en recintos como estos. Salvo los que requieran otro tipo
de trámites especiales, los trabajadores no estarían estresados de atender
cientos de personas todos los días. (Lo que creo, mejoraría su carácter y
rendimiento). Además, eso nos haría parecer a un país del primer mundo, y cómo
nosotros nos llenamos la boca y todo lo que se pueda para afirmar que no, ahora
ni nunca, estaríamos en esa clasificación, por lo tanto hay que reafirmarla con
hechos.
No
todo es igual, ni en todos lados,
hay que admitirlo. Afortunada o desafortunadamente, la tecnología sigue siendo
sólo una herramienta, maravillosa; pero al fin y al cabo, herramienta.
Dependemos y vamos a seguir dependiendo de la gente que está usándola. La
discriminación o elección de recibir o no un documento, tomar la decisión de
querer ayudar o entorpecer. O si su desconocimiento es el principal bloqueo.
Por lo tanto, la solución a esto, sería
la capacitación adecuada del personal, que a su vez haya sido elegido por sus
aptitudes para no sufrir sus actitudes. Y saberse como el credo. Que están para
servir, y si no, hay muchos que harían su trabajo con mucho gusto, incluso
ganando menos de lo que ellos obtienen al momento.
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