Desde que empezamos a tener uso
de razón, nos introducen varios conceptos importantes y básicos en
nuestra vida. La espiritualidad es uno de ellos. No sé,
en el caso particular de cada uno, pero sí, hablo por el mío y lo que tengo a mi
alrededor. Que nos han vendido una idea errónea y alejada de esta realidad. No
voy a culpar a nadie, porque al final,
no es ese el punto; simplemente ha sido un aprendizaje llevado de padres
a hijos; con, en la mayoría de los casos, la mejor intención; derivándose del concepto colectivo, que en tal
caso sería más importante investigar de dónde salió todo esto, y con qué
fin. Que a lo único que nos lleva es a
llevar una vida de contradicciones, antinatural y llena de culpas (lo cual se
me antoja como objetivo de quien lo inició); ya que es muy difícil, ejercer o vivir una libertad, cuando siempre te
encuentres atado a una culpa o a prejuicios.
Y
entonces aprendemos, que ser espiritual
semeja a ser un ermitaño metodista, renunciando a todo lo que placer
provoca, en algún sentido del cuerpo; convertirse en alguien que se someterá a las necesidades de otro y
que su carácter será invariablemente, un mar en calma. Que jamás puede cometer un
error, situación ilógica; a menos que pensáramos que la vida completa ya está
programada sin ningún cambio, donde a algunos les tocó un guion perfecto. Y si
hablamos de la paridad: dinero-espiritualidad, es totalmente descabellada, casi
innombrable. Es como si, en el momento de elegir este camino (que no es ajeno a
otros menesteres) te convierta en un limosnero. Se le ha puesto en un saco muy
grande, que no es sorprendente, no ver
muchos candidatos tras él.
El ser humano es espiritual, lo que ha
pasado es que lo hemos olvidado, no tenemos que hacer nada para lograrlo, hemos copiado rituales, que a alguien le
funcionaron, sólo necesitamos conectarnos con nuestra esencia. Lo que nos mueve,
lo que nos mantiene vivos. Compartirlo con los demás, con pasión. Cada que entramos en un estado creativo, nos
conectamos. Y la creatividad se vive de
una manera muy personal, probablemente ese estado en ti, sea cuando arreglas un carro, cuando pintas un
mueble, cuando compartes tus conocimientos con otros, cuando haces deporte. No
necesariamente ser un “artista”, en el restringido concepto que manejamos
comúnmente, todo lo que hagamos de una manera entregada, apasionada, es un
arte. Porque cuando lo hacemos así, sucede de una manera única e irrepetible
como nosotros.
Tampoco debemos olvidar que somos
multifacéticos, por lo consiguiente, el hecho de empezar a trabajar una faceta
de nuestra vida, llámese hija, esposa, amante, padre, hermano, etc., no se arreglan en automático las otras,
son como capas de cebolla, iremos
quitando una a una, con una gran probabilidad, de que al resolverse, aparecerá
otra. De eso se trata la vida. Hemos
negado o renunciado tanto a nuestra espiritualidad y ¡cómo no!, si nos parece
castrante, que necesitamos proyectarla
en santos, personas que creemos casi irreales. De las cuales aceptamos una de
sus facetas con agrado, buscado siempre entre las otras, su oscuridad para juzgarla. Perdemos la perspectiva, cuando queremos matar
al mensajero, dejando a un lado lo importante: el mensaje.
Aprendamos a disfrutar de la vida, tal como es. Podremos empezar a dar,
no a todos les gustará nuestro fruto, pero más de uno se acercará a nuestra
sombra, cuando le sea necesaria.
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