Con una guitarra
y una armónica, un jeans en jirones, un caminar desgarbado, recorriendo calles de la ciudad de México,
las plazas, el metro, y los autobuses urbanos. Rodrigo González, como un poeta
urbano, un rock trovador, inventa y
reinventa la realidad vivida, en las
hurbanistorias con h, series de anécdotas citadinas que salieron influenciados
de la colección de cuentos de La familia Burrón. Y las que iba recogiendo en su
andar. Según él para ser un trovador, se necesitaba empapar de pueblo, de lo
que le acontecía, lo que le adolecía.
Hilos que se convertían en madejas y el entretejía en los compases de su música
rascando una guitarra, voces adoloridas de la ola de sufrientes que en el mar
de gente, él encontraba.
A veces sombría, otras atenta a las historias que palpaba entre
sus vivencias diarias, cerca de la raza, de la cultura suburbana, que tanto le
preocupaba, el destino de una juventud entre drogas y alcohol. Su fuente de
inspiración y su público. Con una voz
áspera, algo nasal y aguardentosa, como la misma sociedad de la que hablaba en
sus letras. Con profundo valor social, crítica política y rebeldía a un destino
preconcebido por costumbres y herencias.
Esta percepción llevada al idealismo,
gracias a una muerte trágica y prematura. Por lo cual se le ha puesto en un
nicho demasiado grande, ¡claro! su público, de grandes dimensiones por ser
mayoría: el populacho; es responsable de haberlo convertido en una leyenda urbana,
como a su discografía.
Bajo el influjo del alcohol, de un pase de
mariguana o la depresión post-cruda del fin de semana, un trabajo mal pagado o
la falta de éste por una precaria educación, una carente ambición de
prosperidad, violencia intrafamiliar, etc. Un mar de problemas que se van
difuminando, sólo de vista, al hacerse gorda. Amenizando el ambiente con una rola de Rockdrigo. Para
sentirse que no es el único, que hay más de uno como él, comprendido y
apapachado en las notas rasposas de su
ídolo.
Es sin duda una fórmula sencilla, barata y
muy socorrida, para lograr éxito y reconocimiento dentro de una gran masa.
Porque no sólo ha sido usado sólo por él en sus canciones, también el cine
mexicano, últimamente también las telenovelas, porque la “guarrez” vende.
Retratar su miseria y mediocridad, bajo una condescendiente comprensión, para
que sigan proliferando temas y más temas del conformismo, bajo el disfraz de su buena voluntad, porque con tener la
intención basta, aunque jamás se actúe más que en un perjuicio común,
abanderado por la ignorancia. Una ignorancia por apatía y flojera. Que se ha
convertido en un verdadero cayo de la sociedad, una verruga fea y dolorosa,
pero que les gusta enseñar, con una gran presunción. Como si dijeran “miren,
como sufro, pero aquí sigo firme”.
Alentando su conducta, diciendo que va bien, que al final se rescata el
corazón de mártir, sinónimo de “buena gente”, aunque se carezca de moralidad y
valores. O que en su defecto existan, muy viciados.
Retratando los pasajes de sus vidas, que entre más crudos son mejor, como si a
fuerza de escucharlos. Nos pareciera más común y por ende menos reprobables.
Ídolos a los cuales se les escucha
retratar las historias sin ponerle nada, porque ya existe todo, historias que
se pueden recoger de cualquier lado, como a los papeles de basura tirados en el
suelo, únicamente para copiarlas y narrarlas sin aportar nada, sólo para darles
fuerza y seguir el mismo camino, total, “mal
de muchos, consuelo de tontos”.
Bibliografía
http//es.wikipedia.org/wiki/rodrigo_gonzalez
http//www.rockdrigo.com.mx
No hay comentarios:
Publicar un comentario