Después de lo que yo
califiqué como una desilusión amorosa, (si dije correcto, califiqué), porque descubrí, que lo que yo llamé
desilusión era sólo un parámetro en el cual yo había encerrado lo que para mí
era el amor, y que estrictamente hablando, yo misma no lo aplicaba en mí. Pero
no me culpo, ni a nadie, ya que es lo que me enseñaron al respecto: una emoción
entre dos personas que se deben de comportar de la misma manera, por los siglos de los siglos amén, pero, ¡oh!
Tremendo descubrimiento, ni las circunstancias, ni los personajes son factores
x. siempre son variables, por lo tanto es imposible calificar algo o alguien
cuando todo es variable y circunstancial. Me di permiso de ver con otros ojos, con
otra mirada.
Empecé a ver en retrospectiva mi vida, y me
encontré, que cuando tomé el papel de adulto, había perdido por completo mi
capacidad de amar. Acepté la muerte de las ilusiones, determiné una pertenencia
que nunca antes había necesitado, deseché la espontaneidad, la sorpresa y lo
más importante, la incondicionalidad. Y con todo ello la renuncia, pedazo a
pedazo a ser feliz.
Me remonté a todas las veces que me he enamorado y la
felicidad implícita en ello, empecé por el principio: mis amores platónicos, el inicio y la vivencia del amor meramente
incondicional, porque yo vivía en el amor, y la otra persona ni siquiera se
enteraba, por lo mismo, no estaba obligada a nada conmigo ni yo con ella, era
puro y llano amor, y el no estar correspondida, nunca me interesó averiguar, no
era necesario, no era algo que detuviera o determinara mi felicidad y embeleso.
Retrocedí hasta el jardín de niños, que creo fue allí
donde empezó todo, en ese momento estuve enamorada de un niño con el que sólo
interactué una vez, pero su personalidad provocó en mi tal sentimiento, que
duró lo del curso escolar, no lo recuerdo. Hubo una laguna de un año, donde
probablemente lo que pasó fue que olvidé
de quien estaba enamorada, y volví a las andadas en segundo grado de primaria,
allí cambié un poco, mi capacidad de amar, creció, estaba enamorada de dos
niños a la vez, y con toda esa libertad, ni siquiera tenía que decidir por
quien, allí hubo un poco de problemas, porque se intentó un acercamiento
epistolar, que interrumpió la maestra y llegó a manos de mi padre la evidencia.
En tercero por supuesto que cambié mi
objeto del deseo, pero mi amor, lo que se llama amor sin destinatario, estaba igual, era lo mismo, tengo otra laguna
en cuarto, pero el de quinto grado era inolvidable, esta locamente enamorada,
no quiero poner nombres para no comprometerme, es más , al inicio del curso,
era uno, y al término de él era otro chico, eso no importaba, yo me ocupaba de sentir, la endorfina, la ilusión, todo lo que
ello provoca, era sólo mi mundo y yo. Siguió la secundaria, ya no fue tan
platónico el asunto, y creo que para entonces ya era adicta al amor, si, a ese
efecto, aunque no lo buscaba, pero cuando lo tenía era inspirador, ya más
grandecita, tuve dos grandes amores platónicos, mis profes, era tan inspirador, casi me sentí Dalí con
Gala, en ese entonces no se me ocurría escribir, todo lo plasmaba en mis
dibujos. Y como en los cuentos reales, nada es para siempre, conocí al padre de
mis hijos, en un amor carnal, real, de compromisos, de celos, de pertenencia,
de demandas, pero seguí tan bien los roles que me asignó, en algún momento la sociedad, la educación,
sin cuestionar nada, que lo tomé como algo “normal”. Seguí esa pauta muchos años hasta ahora.
Conclusión: creo que me perdí.
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