jueves, 20 de junio de 2013

Nuestras cadenas.

“Lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino” Carl Gustav Jung.

En nuestro inconsciente albergamos muchas historias, acumuladas desde nuestra gestación o que nos son heredadas,  se van tejiendo del   hilo y urdimbre que vamos colocando, con cada experiencia y emoción de aquella. Que nos programan, de manera que cuando vivimos una nueva experiencia, sólo reaccionamos, la evaluamos de acuerdo a lo que ya conocemos,  lo juzgamos,  comparado con esas referencias. Por lo tanto, siempre estamos viviendo en el pasado, decidimos que es bueno, adecuado o incorrecto con base a todos los  datos, que se colocaron en la memoria y que muchas veces, ni siquiera son de nuestras vivencias, sino,  heredadas de nuestros padres o abuelos. Así va ocurriendo  nuestra vida, todo gira de acuerdo,  al Dios de mamá, a los valores de la abuela, a las manías de nuestro padre o proyectos insatisfechos de nuestro abuelo, y también,  como sociedad que somos, a los prejuicios colectivos de nuestro entorno.
     Cuando encontramos a alguien, ya lo habíamos buscado, no con nuestros ojos, sino más allá de nuestros sentidos, con nuestro inconsciente y sus necesidades. Vaya a ser nuestro futuro jefe, que quizá es el padre eternamente buscado  y no encontrado, nuestras amigas,  como madres sustitutas para que nos sigan controlando, regañando y limitando. Actuando de manera magistral, el papel que nos tocó representar en nuestro árbol genealógico. Ahora víctima, ahora verdugo. En una rueda de la fortuna, que sólo gira desde su misma base, mismo lugar, misma vuelta y todo se repite.  Profesiones,  tragedias,  arquetipos.  Buscando afanosamente el reparto de los demás, que harán el papel que necesitamos para embonar de manera perfecta en nuestros guiones.  Si requerimos un villano, es porque sólo sabemos hacer el papel de víctima, que estaremos representando hasta que nos cansemos y queramos actuar en otro personaje.
      Huir de una situación, buscar otra persona, a la que sólo le cambiaremos el nombre, porque “casualmente” estará siendo igual que la anterior, no nos ayuda a mejorar. Si deseamos un cambio,  éste,  iniciará en  un viaje intenso y extenso a nuestro interior. Bucear entre nuestras creencias, apegos y deseos, desmenuzarlos y entenderlos. Para encontrar los propios.   Dejar los  sirven para llevarlos por el sendero que queremos recorrer, quitar los pesados lastres que nos obligaran a quedarnos atorados en el camino.
     Todo se reduce a crecer, a tomar consciencia de nuestra vida, responsabilizándonos de ella. Sin miedo, sin trampas, sin culpas. Cuando tomemos las riendas de nuestra vida, no habrá más que lo que nosotros queremos que haya, les arrebatamos de una vez por todas,  el poder que alguna vez,  les otorgamos a los otros. 


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