lunes, 3 de junio de 2013

Nosotras... ?Quién nos entiende? por Haydée Terán.

          “Echando a perder se aprende” es un dicho muy común y se nos aplica  durante toda la vida. Pero a mí me hubiera gustado ser  un poco mas asertiva, en cada etapa, saber lo que quiero, y porque, a dónde  quiero llegar o por qué necesito esto o lo otro. Sin tantas caídas. Podría ser en parte a que vivimos pasando de generación en generación conocimientos;  a base de cuentos, mitos, prejuicios, costumbres, que nos dan ideas equivocadas, e incluso contradictorias. Y eso por supuesto nos ayuda a estar bastante confundidas.
           Por un lado nos llenan de cuentos de hadas y princesas, exhortando cualidades como sumisión, fragilidad, dependencia, desamparo, hasta torpeza, para ser atractivas de que nos rescaten y salven. Donde la  realización llega cuando  conocemos al  príncipe azul, y  este es prácticamente el único objetivo en la    vida. Por ende, este susodicho es el encargado de proveernos la satisfacción de todas nuestras necesidades, las cuales no sabemos, porque él es el que se va a preocupar por ello. Ninguna princesa de los clásicos cuentos de hadas tiene una vida propia interesante o relevante. Tiene una vida de servilismo a todo personaje del cuento. Ella no hace nada por  o para sí misma. De hecho vive huyendo de su infortunada vida, pero no sabe a dónde va ni mucho menos a donde llegará. La reina que es la que tiene poder, es la dueña del castillo y el reino, se le muestra como malvada, asesina, viuda negra, etc. No alguien en quien se quiera identificar una niña.
           Nos bombardean de revistas donde el objetivo es como ser más bonitas, más elegantes, más preparadas, astutas (cualidades  aprendidas en la etapa de los cuentos como las  no “buenas”) en una competencia descarnada para llegar a una meta que francamente no sabemos dónde está. Porque la meta sigue siendo complacer a los demás. Ya no en un modo servil, pero sí de aceptación cualitativa. Cualquier mujer con 5 gramos de autoestima, sabe que  no necesita compararse ni calificarse con nada ni nadie, algo muy difícil, cuando se nos ha enseñado a continuamente compararnos, sobre todo las mamás,  o abuelas  (cuando la madre no lo hace) con sus modelos idóneos, fulanita tan buena, perenganita tan estudiosa, sutanita tan bien portada.  Cómo se puede lograr la autorreferencia, cuando se aplica lo contrario todo el tiempo.
       
          Ni hablar de la confusión, en la que se encuentran muchas mujeres, donde por más que ganen puestos labores, empoderío económico. Se sienten fracasadas si su pareja no entra en un estatus que indique que ella logró conquistar un hombre “de bien”, porque también se califican por él.  Donde su sueldo le supere para poder proporcionarle la vida merecida según la sociedad. Es imperdonable, por no decir mediocre salir con alguien que gane menos.  Después es estar contra el reloj biológico, para apurarse a tener hijos, si no, cuál es la razón que une y bendice a una pareja, sino el pequeño heredero. Yo he conocido muchas mujeres, que adoraban su vida profesional, pero por seguir las demandas sociales, tienen hijos, que después no toleran o entran en depresión de por vida. Donde no sólo hacen infeliz a una, sino a tres por partida y de un jalón.
        
           Por eso no se puede comprender a una mujer, al menos no  en nuestra sociedad que no educa en  un mundo de ambivalencia. Y mantener un equilibrio en la cuerda floja, no se puede todo el tiempo.

            Como padres, sociedad, profesores,  tenemos una gran responsabilidad con nuestros hijos, mujeres o varones, porque más que tenerles un techo y comida, necesitamos enseñarles a tener sus propias herramientas para conquistar la  vida a su manera.  Dejar encontrarse a sí mismos, descubrir el o los talentos y habilidades que cada uno  posee, o lo que les interese desarrollar por convicción propia. Aprender a desmitificar lo inservible en la vida practica individual. Actuar por convicción a sabiendas de ir contracorriente, pero seguro de una satisfacción garantizado cuando el timón lo maneja una misma. 

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