jueves, 9 de mayo de 2013

El masoquismo femenino por Haydée Terán.


¿Son las hormonas o la educación, quién determina las reacciones y comportamientos de cada género? Es una de las preguntas que me ha atormentado toda la vida, por decirlo así. Y entre más han pasado los años, más experiencias personales, muchas   de observación, que  he llegado a la conclusión, que las hormonas son y han sido un mero justificante.  Para sufrir, aprovechar, devengar, tomar o rechazar todas las situaciones que viven día a día las féminas. No dejo  la biología de lado, pero los animales parece que no tienen conflictos, los que no son mascotas.

     Mi formación infantil en una familia no muy tradicionalista por parte de mis padres, (a lo mejor en algunas teorías,  las prácticas no coincidían mucho) pero si,  en exageración en la de mis abuelos y   tíos con los que conviví. Me hizo,  en una etapa muy larga,  desde la  niñez hasta muy después de  la adolescencia, odiar ser mujer, si, no quiere decir que tuve problemas de identidad sexual, pero sí, el pensar que yo hubiera preferido ser hombre  (por las ventajas), y en  ese momento estar enojada porque según, no lo elegí yo, que fueron las circunstancias las que se confabularon contra mí. Me reconcilié con mi femineidad, cuando comprendí tristemente, que la condición femenina, era aceptada, después impuesta (dejé de pensar que la vida era injusta).  Siempre hay poder de elección. Desde el momento en que decides qué vas a creer o no, de lo que te dicen.  Una de las cosas o actitudes que me salvo, creo yo, fue,  que todo lo que me decían, lo ponía en duda, era una especie de incrédula ambulante, tenía que cotejar, probar, investigar para luego entonces aceptarlo,  sino era desechado por falta de sentido, lógica o fundamentos.
     Esta condición de renegada me orilló a tener juegos competitivos donde generalmente era entre niños, deseché el romanticismo de los colores, las faldas y todo lo que olía romanticismo incluyendo el maquillaje, pensando en que se usaba para esconder lo que no se quería mostrar, y no entrar en un molde en serie .  Eso de que las niñas lloran para conseguir lo que quieren no era lo que yo aprendí (yo quería estar lo más lejos del prototipo femenino),  sino a ganar mi lugar de respeto con velocidad, fuerza o creatividad. Al principio me daban “chance” pero al final terminaron aceptando que podía hacer lo mismo que ellos o superarlos incluso (suficiente para mí,  para saber que en cuestiones físicas y de aptitudes no teníamos diferencias importantes) sólo era cuestión de creencias y de metas. Por supuesto, odié que me quisieran hacer una mini mamá, regalándome muñecas a las que desdeñe en su caja original, como mero adorno de mi cuarto. Prefiriendo los  juegos de mesa, de estrategia, de competencia. Bicicleta, patines, trompo, balero, canicas, etc.  Que generalmente eran masculinos.
     Llegaron los cambios físicos y hormonales, mi cerebro no tuvo ningún cambio, sólo algunas cosas que habían cambiado físicamente, de vista, porque mi capacidad no mermó.  Lo demás funcionaba exactamente igual. Mi toma de decisiones, parámetros para tomarlas, nada, todo eso estaba intacto, salvo lo que empecé a acumular como teorías nuevas. Llegó la etapa de las parejas, nada que ver con todo los consejos que me parecían ridículos, como  posponer algo sólo por hacer tiempo, para parecer otra cosa, aceptar cosas que no me gustan para gustarles, tener poses, usar llantos, chantajes, etc. Por sentido común, no hice caso alguno. Creo que no me ha ido nada mal, como para pensar que violé alguna regla universal indispensable.
     Llego la vida en pareja, los hijos y ¿qué creen? El famoso instinto maternal, brilló,  pero por su ausencia,  al menos como lo me lo habían contado, que una madre esto y lo otro. No, como que no se me dio, ni depresión post parto, SDM, lo siento, no he podido experimentar esas cosas. Amo a mis hijos, que por cierto, todos son varones, sigo entre niños. Más eso,  de que de la noche a la mañana, yo me imaginaba como una loba recién parida a punto de matar, no sé, esperé y esperé y no noté ningún cambio. Ahora, no niego que, te enternece un ser diminuto que depende todo de ti, si claro, que lo empiezas a amar conforme lo vas conociendo, como a cualquier persona con la que convives y creas lazos, también. Pero algo sobrenatural, no sé, que tanto se ha fomentado en la poesía, el cine y todo lo que nos rodea, pues a mí, no me llegó.
     ¿Qué tal la vida social? ¿Por qué prefieren un hombre acompañado? No lo sé, a lo mejor, necesitan un poco de motivación que no la tiene el macho solo, sino la mujer a la que quieran desbancar. Y digo, esto, porque este comportamiento es meramente femenino. Yo  no veo a los hombres interesados en mujeres con pareja. Estoy hablando del entorno de antro, fiesta, reunión o como le quieran o suelan llamar. Los desarreglos o desbarajustes son algo de lo que no me interesa hablar. Solo del comportamiento social. Un hombre si ve a una mujer acompañada, la puede mirar, pero no tiene interés, al menos que la encuentre sola en otra ocasión, que si le gustó, igual la aborda. Hay una especie de respeto territorial que se tiene entre machos, no así entre hembras, que pareciera que le agregan una cualidad al susodicho si va acompañado, razón para empezarle a coquetear. Y alejarse del que esté solo, no es atractivo, olímpicamente lo ignoran.
      Otra cosa “muy femenina”, no tienen peor enemigo que ellas mismas, la ida al espejo es una tortura china, o no sé de donde salió, pero la cantidad de desaprobaciones es impresionante. Yo, que mi entorno sigue siendo masculino, jamás escucho algo como: “estoy hecho un cerdo”, o cualquier cosa relacionada con su físico cuando ven su reflejo. Y en eso las mujeres son creativas en abundancia, porque no se dicen uno, al menos es una docena por vuelta al espejo.

     En fin, todo esto, no sé cuándo, ni cómo empezó, pero los resultados son muy obvios. Y la madre naturaleza no creo que sólo haya tropezado con nuestro género. En qué momento nos perdemos y somos prisioneras de nuestras propias trampas. Qué no es lo más importante ser feliz?

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