¿Son las hormonas o la
educación, quién determina las reacciones y comportamientos de cada género? Es
una de las preguntas que me ha atormentado toda la vida, por decirlo así. Y entre
más han pasado los años, más experiencias personales, muchas de
observación, que he llegado a la
conclusión, que las hormonas son y han sido un mero justificante. Para sufrir, aprovechar, devengar, tomar o
rechazar todas las situaciones que viven día a día las féminas. No dejo la biología de lado, pero los animales parece
que no tienen conflictos, los que no son mascotas.
Mi formación infantil en una familia no
muy tradicionalista por parte de mis padres, (a lo mejor en algunas
teorías, las prácticas no coincidían
mucho) pero si, en exageración en la de
mis abuelos y tíos con los que conviví. Me hizo, en una etapa muy larga, desde la niñez hasta muy después de la adolescencia, odiar ser mujer, si, no
quiere decir que tuve problemas de identidad sexual, pero sí, el pensar que yo
hubiera preferido ser hombre (por las
ventajas), y en ese momento estar
enojada porque según, no lo elegí yo, que fueron las circunstancias las que se
confabularon contra mí. Me reconcilié con mi femineidad, cuando comprendí
tristemente, que la condición femenina, era aceptada, después impuesta (dejé de
pensar que la vida era injusta). Siempre
hay poder de elección. Desde el momento en que decides qué vas a creer o no, de
lo que te dicen. Una de las cosas o
actitudes que me salvo, creo yo, fue, que todo lo que me decían, lo ponía en duda,
era una especie de incrédula ambulante, tenía que cotejar, probar, investigar
para luego entonces aceptarlo, sino era
desechado por falta de sentido, lógica o fundamentos.
Esta condición de renegada me orilló a
tener juegos competitivos donde generalmente era entre niños, deseché el
romanticismo de los colores, las faldas y todo lo que olía romanticismo
incluyendo el maquillaje, pensando en que se usaba para esconder lo que no se
quería mostrar, y no entrar en un molde en serie . Eso de que las niñas lloran para conseguir lo
que quieren no era lo que yo aprendí (yo quería estar lo más lejos del
prototipo femenino), sino a ganar mi
lugar de respeto con velocidad, fuerza o creatividad. Al principio me daban “chance”
pero al final terminaron aceptando que podía hacer lo mismo que ellos o
superarlos incluso (suficiente para mí, para saber que en cuestiones físicas y de
aptitudes no teníamos diferencias importantes) sólo era cuestión de creencias y
de metas. Por supuesto, odié que me quisieran hacer una mini mamá, regalándome
muñecas a las que desdeñe en su caja original, como mero adorno de mi cuarto. Prefiriendo
los juegos de mesa, de estrategia, de
competencia. Bicicleta, patines, trompo, balero, canicas, etc. Que generalmente eran masculinos.
Llegaron los cambios físicos y hormonales,
mi cerebro no tuvo ningún cambio, sólo algunas cosas que habían cambiado
físicamente, de vista, porque mi capacidad no mermó. Lo demás funcionaba exactamente igual. Mi toma
de decisiones, parámetros para tomarlas, nada, todo eso estaba intacto, salvo
lo que empecé a acumular como teorías nuevas. Llegó la etapa de las parejas,
nada que ver con todo los consejos que me parecían ridículos, como posponer algo sólo por hacer tiempo, para
parecer otra cosa, aceptar cosas que no me gustan para gustarles, tener poses,
usar llantos, chantajes, etc. Por sentido común, no hice caso alguno. Creo que
no me ha ido nada mal, como para pensar que violé alguna regla universal indispensable.
Llego la vida en pareja, los hijos y ¿qué
creen? El famoso instinto maternal, brilló, pero por su ausencia, al menos como lo me lo habían contado, que una
madre esto y lo otro. No, como que no se me dio, ni depresión post parto, SDM,
lo siento, no he podido experimentar esas cosas. Amo a mis hijos, que por
cierto, todos son varones, sigo entre niños. Más eso, de que de la noche a la mañana, yo me
imaginaba como una loba recién parida a punto de matar, no sé, esperé y esperé
y no noté ningún cambio. Ahora, no niego que, te enternece un ser diminuto que
depende todo de ti, si claro, que lo empiezas a amar conforme lo vas
conociendo, como a cualquier persona con la que convives y creas lazos,
también. Pero algo sobrenatural, no sé, que tanto se ha fomentado en la poesía,
el cine y todo lo que nos rodea, pues a mí, no me llegó.
¿Qué tal la vida social? ¿Por qué
prefieren un hombre acompañado? No lo sé, a lo mejor, necesitan un poco de
motivación que no la tiene el macho solo, sino la mujer a la que quieran
desbancar. Y digo, esto, porque este comportamiento es meramente femenino.
Yo no veo a los hombres interesados en
mujeres con pareja. Estoy hablando del entorno de antro, fiesta, reunión o como
le quieran o suelan llamar. Los desarreglos o desbarajustes son algo de lo que
no me interesa hablar. Solo del comportamiento social. Un hombre si ve a una
mujer acompañada, la puede mirar, pero no tiene interés, al menos que la
encuentre sola en otra ocasión, que si le gustó, igual la aborda. Hay una especie
de respeto territorial que se tiene entre machos, no así entre hembras, que
pareciera que le agregan una cualidad al susodicho si va acompañado, razón para
empezarle a coquetear. Y alejarse del que esté solo, no es atractivo, olímpicamente
lo ignoran.
Otra cosa “muy femenina”, no tienen peor
enemigo que ellas mismas, la ida al espejo es una tortura china, o no sé de
donde salió, pero la cantidad de desaprobaciones es impresionante. Yo, que mi
entorno sigue siendo masculino, jamás escucho algo como: “estoy hecho un
cerdo”, o cualquier cosa relacionada con su físico cuando ven su reflejo. Y en
eso las mujeres son creativas en abundancia, porque no se dicen uno, al menos
es una docena por vuelta al espejo.
En fin, todo esto, no sé cuándo, ni cómo
empezó, pero los resultados son muy obvios. Y la madre naturaleza no creo que
sólo haya tropezado con nuestro género. En qué momento nos perdemos y somos prisioneras de nuestras propias trampas. Qué no es lo más importante ser feliz?
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