No sé cómo poder explicar de
manera entendible, una situación que me ha dejado más que enredada. “La
perspectiva de género”, me deja muy en claro, que hay tantas perspectivas como número
de miembros existen en un género. Tan simple y sencillamente porque una
perspectiva abarca todo un universo, desde un solo punto de enfoque, que
cambiará cuando éste se mueva de lugar o de cabeza, con aquello de que “cada cabeza es un mundo”.
Para empezar se me hace difícil
avanzar en una cruzada que trata de homogeneizar una situación de vida que es
circunstancialmente diferente de una a otra, cuando se puntualiza en una
particularidad para llevarlo a una generalidad. En toda esta iniciativa de tratar de combatir la violencia y discriminación,
irónicamente, éstas aparecen invariablemente en el mismo mecanismo de defensa. Se
extrapolan las opiniones con un enemigo a vencer, que no es una actitud, ni un
concepto, sino que tiene nombre y apellido: es el otro
género. Una lucha constante de un género contra otro. Donde la separación es un
vector fundamental, enturbiando el mismo sentido de la reparación o prevención
o en el mejor de los casos: la
integración, para formar una sociedad
con intereses en común.
Se abordaron los temas, donde imperaban
las estadísticas alarmantes, historias que cambian por el nombre o el lugar, pero termina siendo
similar, más de lo mismo. Sólo saber
cómo sucede, que bueno, los diarios amarillistas viven de eso, y lo tenemos a
la mano a diario. No es desconocido, y saber que en lugar de 1000 son 10000 no
cambia nada. Nada referente a qué se hace para modificar el resultado. Que
existan más leyes, más candados, es una tontería, cuando se vive en una sociedad
que es experta en evadirlos.
Y si te das la vuelta y ves con otros
ojos, hay un mecanismo que se repite. Una víctima y un victimario se atraen por
una ley universal que es imposible de sabotear, chantajear o sobornar. Allí no
hay nada que hacer. Si a la víctima le quitas el victimario, inconscientemente
buscará otro, porque nos movemos entre lo conocido. Nos da miedo caminar en
estructuras o lugares que nos causen incertidumbre. Pero si la víctima, ya no
se cree víctima, se empodera, desde su interior hacia el exterior, ocurre que
no va a encajar en el otro esquema. ¿Qué se hace para que una persona renuncie
a su estatus de vida, para adoptar otro? Esperé en escuchar algo al respecto,
que no llegó nunca en la toda la semana que duró la Jornada. Del otro lado, un victimario fue en un
momento víctima, que por sobrevivir se extrapoló, no se sanó. ¿Qué hacemos para
no fabricar más victimarios?
Fue un momento emotivo cuando el panel
estaba formado por mujeres representantes de diferentes grupos indígenas. Ellas
mostraron su coraje y fuerza, al contarnos sus logros personales, por demás
plausibles cuando tienen más en contra,
que otro grupo para realizarse como lo hicieron ellas. Pero al responder sobre las tácticas a seguir, para enseñar a
su comunidad a combatir la violencia y discriminación, quedaron
desarmadas. El mismo público no estaba
de acuerdo en si era violencia, o usos y costumbres de ellos. Situación que me
aclaró aún más el panorama, ya que me sentí como espiando la vida privada, y
criticarla desde mi soberbio punto de
vista, donde yo decido que está bien o qué está mal. No se puede hacer una
cruzada cuando los intereses o sensibilidades son casi infinitos. Ellas lo
lograron de manera individual, porque así lo decidió cada una, al no estar de acuerdo con lo que vivían, pero ¿qué pasa
con sus hermanas, con sus madres? Que
tal vez para ellas, eso que viven, está
bien. Y es violentar su forma de pensar,
convencerlas de otra cosa.
Sigo pensando que nuestra solución está en
la educación. Si empezáramos a formar ciudadanos con los mismos derechos y
obligaciones, desde niños no hacer diferencia, en que unas tienen privilegios
de género, que no son los mismos del otro,
en ese preciso momento empezamos a marcar diferencias. Si, las tenemos y jamás vamos a ser iguales biológicamente
o físicamente. Pero el respeto, todos lo queremos. Sin “hacernos
bolas” con leyes para las mujeres A, para las B, para las C, donde me sentí
excluida cuando no pertenecía a esos grupos. Todas somos mujeres por igual con
necesidades diferentes, el respeto es lo
que nos interesa, y creo que si fuera hombre, ese también sería mi prioridad.
Ahora, de los roles, creo que no hay uno que se debe de imponer, sino,
pregúntele a las mujeres que viven sus roles tradicionales, si están dispuestas
a renunciar a qué su marido se encargue de resolver su vida en gran parte.
Sinceramente, no creo que muchas abracen esa idea. Entonces, lo que es imperativo es empezar a vivir con el
Respeto por delante.
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