Cuando nos enamoramos
De acuerdo a nuestros conceptos
del amor, y digo nuestros, porque casi todos tenemos una misma concepción al
respecto, y si no, hablo de esa; esa que la mayoría conoce. Donde demanda ciertos requisitos para conformarlo,
tales como: sacrificio, servicio, renuncia, entrega, des-individualización y un
montón más de “cualidades” que se despiertan en ese instante mágico, en que
según las hormonas o la química corporal, sucede; que además no pasa con todas las personas,
sólo con la indicada. Que aparece en cualquier momento y lugar, la mayoría de
las veces inesperado. Tiene fecha de caducidad, aunque en esto, no se
han puesto de acuerdo con la duración,
que va de meses a lo mucho 2 o 3 años. Contraponiéndose a la idealización del amor (éste mismo
concepto bajo la educación impartida) que es el matrimonio para toda la vida,
porque la sociedad así lo necesita y determina, por muchos renegados que no
estén de acuerdo o vicisitudes que lo atraviesen.
Bueno, esto no es más que el enamoramiento
vil y crudo, donde la ciencia se ha encargado de explicar que hormonas intervienen y como
hacen, para que de verdad creas todo esto; una vez convencido, no te queda más
que estar a la expectativa, porque además es algo que ningún humano se salva de
experimentar o lo deseé así, aunque sea en lo más oculto de su ser. Cuando
ocurre o crees que ocurre, simplemente por comparación de conceptos reconocidos
(los que desde niño te instruyen, por
todos los medios posibles) pero claro,
también con un gran miedo, porque ya sabes de antemano que eso no es para
siempre, que se acaba, que invariablemente de las circunstancias con que
aparezca, o lo que tú hagas, está
destinado a morir. Lo que como resultado tiene, es que el matrimonio o las
relaciones largas son sinónimos de utopías, imposibles de lograr (dentro de esa
idealización); por supuesto, nada sobra ni aparece de aquellos despilfarros
hormonales que nos motivaban a estar juntos, ilusionarnos en un futuro lleno de
planes ideales. Lo que queda es un
vínculo pesado, aborrecido, que sólo se sostiene por vástagos en común,
intereses económicos, chantajes sociales o familiares, únicamente para valientes o cobardes que lo mantengan en
estas condiciones tan desfavorables y tan obligatorias según pugna la mayoría
(porque de ello, lo que sobran son
chistes al respecto).
Lo más triste de todo lo que has aprendido o
te han enseñado, que por ende lo das
como verdad absoluta e irrefutable, es de tu participación en ello, nada
puedes hacer al respecto, pues depende de tu suerte, de la cual no eres un
más que un monigote o como en la lotería, donde el afortunado sólo es
uno, que cuenta con la gracia del que mueve los hilos arriba, por razones
desconocidas, independientemente de que lleves un record de buenas obras en tu
haber o todo lo contrario.
Fuera de lo que nos convencen o nos hacen
imaginarnos tantas historias de amor, rosas o negras, ese enamoramiento se da como consecuencia de tu
psiquismo. Todo tu psiquismo o podemos llamar el software instalado en tu CPU,
se conforma en los primeros años de vida, son las herramientas que tienes para enfrentarte a ella, algunas vienen con
fallas de fábrica, defectos con los que se declaran incompetentes ante ciertos
problemas. Que se solucionarán cuando
cambies el programa, cuando lo actualices.
Así que tu biología, te hace
ciertas jugadas en complicidad con tu software. Una vez que empieza a correr el
programa, éste, descubre similitudes en
el otro que te complementan, para lograr un fin específico: resolución de
conflictos. Pues resulta que vamos por la vida tratando de solucionar traumas,
todo lo que se convirtió en un drama para nosotros, que tuvimos con nuestros progenitores,
hermanos o los que fungieron como tal o en ausencia de o los que heredamos en
el transgeracional o el proyecto sentido.
Cuando encontramos una persona que nos
atrae, ésta es la proyección más fidedigna con uno de esos seres queridos que encontramos por el momento;
eso que se llama “flechazo”, donde quedamos enganchados de una manera
inexplicable, contundente, que nos roba la razón. Es que detectamos en él o la susodicha
inconscientemente (por supuesto), un rasgo que nos ancla, por reconocimiento de
ello en el otro; que puede ser una mirada, un olor, un ademán, un tono de voz, que
me recordará a mi padre o mi madre o mi hermano(a), en primera instancia;
idealizado (lo que me hubiera gustado de esa relación original) aunque no nos
damos cuenta que es así, hasta después de que termina esa ensoñación, y nos
cachamos diciendo frases como; eres igualita a …, porque ya se armó para
entonces el conflicto original y que como al no percibirlo, no lo solucionamos,
sigue haciéndonos ruido, terminando por romper la relación; eso que nos unió,
ahora nos choca, nos fastidia.
Si por cuestiones de empatía y programas,
eres correspondido (puede ser que no), se habrá creado un vínculo bilateral
perfecto; donde tu papel en la historia será de acuerdo a tus huellas
infantiles, tales como abandono, traición, humillación, rechazo o injusticia,
donde puede ser una o varias combinadas y estará en proporción directa con el complementario;
uno hará de traicionado y el otro de traidor, uno abandona y otro es
abandonado, etc. Siempre en pares, no puede ser de otra manera, como piezas de
un rompecabezas que encajan perfectamente en los bordes, uno del otro. Escenificando la misma
historia, cuantas veces sea necesaria para que la reconozcamos hasta que le des
solución.
Por fin el amor.
Pero no todo es tan malo como nos contaron.
Ahora vayamos a desmenuzar qué es el
amor. Habrás oído por allí que es una decisión, por lo tanto no es algo que
tengas que buscar y encontrar cuando tengas suerte, todo el tiempo está a tu
alcance, a que lo tomes en serio. Requiere
de responsabilidad, atención, respeto, y eso sí, lo podemos manejar nosotros, lo cual nos va dando una ventaja entre este
panorama tan desalentador. El amor a diferencia del enamoramiento, es algo que
necesita de nuestra participación más o menos consciente, porque no es un
sentimiento, es una acción, una energía; opuesto a lo que nos han hecho creer, es lo que hace que valoremos una cosa o
persona y le pongamos nuestra atención para que crezca, para hacerla brillar, es una energía que
expande lo que es tocado por ella. Lo cual implica que hay una intención de por
medio, no es automática, sólo puedes
amar aquello que conoces o que ya tienes, jamás algo desconocido, eso es sólo
deseo. Por ende, entre más conozcas a
una persona, más razones tendrás para amarla, si esa es tu decisión, bastará
con no estar presente para que desaparezca, echando abajo el mito de que si
amas a alguien jamás lo dejarás de amar o sólo podrás amar una vez en la vida.
De forma diferente a lo que nos han dicho,
el amor puede tener o no un enamoramiento previo, o sea, que sí ese fue el
mecanismo de encuentro, y resuelves el conflicto que generó la atracción, darás
paso al amor, porque dejarás de hacer viejas proyecciones en tu pareja, para conocer y aceptar a la persona que tienes
enfrente; pero también puede ocurrir que encuentres una persona que creas que
tiene los atributos que necesitas para compartir un proyecto de vida juntos, decidir entonces amarla(o). Esta energía,
estará el tiempo que tú decidas sostenerla, y la manera que lo desees, como
cuando quieres que crezca un negocio, una empresa, estás continuamente
inyectándole energía con tu dedicación, con el tiempo y esfuerzo invertido en ello, tu
creatividad, tu ilusión. Y al igual que pasa si dejas de cuidar de tu empresa,
tu amor también fallece, no por destino, sino por descuido, inanición y
desinterés. Habrás comprobado con el trabajo del gimnasio, que eso es muy
ejemplificativo; no importa los años que lleves construyendo y manteniendo un
cuerpo, en el momento que lo dejas, no pasa de un mes, cuando empieces a perder
todo lo ganado. Así de simple es.
Para que esto se dé, tú ya necesitas ser
una naranja completa y no andar buscando mitades. No es buscar una compañía,
para rellenar una soledad, una pasión para un vacío, una risa para un dolor. Es
compartir todo lo que eres como un ser completo y realizado con otro igual.
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