Supongo que cuando hablas tienes idea de lo que dices, tienes conciencia
de que estás emitiendo un mensaje, pero, ¿Tienes consciencia de qué hablas
cuando hablas? Aunque son homónimas, consciencia
y conciencia, no quieren decir lo
mismo. Consiente, es qué sabes dónde estás, qué estás haciendo, qué sientes
físicamente. Consciente es la parte que sabe la intención, sabe un para qué y
un desde dónde. Por ejemplo, si estoy desayunando fruta, estoy consiente de su textura, sabor, que me
dio hambre y estoy satisfaciendo mi necesidad de alimento; sin embargo, puedo estar
consciente o no de por qué elegí lo que estoy comiendo, de todo el proceso
de digestión que está ocurriendo mientras mastico y saboreo esa fruta, tampoco
qué detonó el antojo y la elección; si eran mis niveles de azúcar, o por
satisfactores meramente emocionales.
Este mecanismo nos da una
clara muestra de cómo, lo que ocurre a nuestro alrededor está muy
lejos de decir que sabemos lo que hacemos, no de una forma completa. Pero
además, nunca nadie nos explicó, que lo que decimos no es lo mismo, de
cualquier manera que podamos hacerlo, las palabras que usamos son de suma
importancia. No sé si es la primera vez que lees sobre el uso de la palabra, no
de ortografía o gramática (que también es importante), si no sobre lo que
dices, lo significante.
Hace un tiempo ya, que empecé
(o más bien retomé) este camino de conocimiento alternativo, por decirlo así;
que diera respuesta a mis inagotables preguntas, buscando también un sendero más espiritual, y
como el que busca encuentra, di con una serie de autores que me fueron llevando
uno a otro. Creo, aunque ya no estoy muy segura, que fue Louise H. Hay, a la que le leí por primera vez
sobre los pensamientos y palabras que crean nuestra realidad. En ese entonces
me pareció extraño, muy fácil de hecho, pero me parecía lógico, así que decidí
creerle. Cambié ciertas perspectivas de
mi ideología, hubo algunos pequeños cambios notorios en mi vida, a pesar de que
mi constancia era errática, y que suspendí por un tiempo mi cercanía a los
libros por circunstancias de la cotidianeidad.
En el retorno a esto, me di cuenta que por muy diferentes que fueran los
motivos, el camino andado de cada autor, su idiosincrasia, su entrenamiento;
todos coincidían con el poder de nuestra palabra, como elemento creador.
Algunos libros como El
Secreto, El poder de la Palabra, La
palabra es tu varita mágica, y muchos otros más, se basan en que es muy
importante que digas decretos o frases para lograr lo que quieres. Las Iglesias
por su parte, todo lo engloban en orar (hacer peticiones o decretos), aunque en
ambos, la fuerza de la creencia o lo que llaman fe juega un papel protagónico,
pero como no te explican cómo funciona, entonces puede ser que algunas cosas te
resulten o lo logres a medias. Porque al final, terminas haciéndolo de una forma
mecánica (otra vez de manera inconsciente).
Cuando en las Cosmogonías o Biblias, nos
cuenta que Dios dice, y al hacerlo crea el mundo, ya nos habla mucho sobre este poder de la palabra, el
Logos; pero como no vemos más allá de lo que nos enseñan, lo más probable es
que al igual que yo, nunca habías
reparado en ello (ahora me parece tan lógico), que me preguntó cómo nunca se me
ocurrió verlo así.
En un escrito anterior que hice
sobre las Leyes Herméticas, explico brevemente la ley de la Vibración. El habla
es vibración y nosotros también. Si a la palabra como la conocemos le
quitáramos los significantes que tiene, sólo serían sonidos, por lo tanto
vibraciones, lo que emitimos, cada que invocamos (poner en la boca) llama a
algo, que después se densifica en nuestra realidad. Aquí, entra en juego también la Ley de la Atracción (similar
atrae lo similar). Acercamos o alejamos de nosotros cosas o personas o
situaciones por la vibración que emitimos y como lo que nosotros manejamos para comunicarnos es el
lenguaje hablado, la palabra es un vehículo importante en este proceso de
creación. Si ponemos como un ejemplo, dos palabras que
sean sinónimos tales como: alimentar y comer,
que suenan muy diferentes, aunque su significado sea para la mayoría de
nosotros lo mismo. No tendrá el mismo
efecto para mí, en caso de que ésta fuera la palabra que
ocupara para pedir algo al respecto, si en mi vibración la que es compatible sea
comer, y yo utilizo alimentar; no atraeré lo que quiero, o incluso lo puedo
bloquear. Esto sin contar si realmente cuando decreté u ordené algo (donde ni
cuenta me di cuando lo dije), que efectivamente
manifesté de forma correcta lo que tenía como idea en la mente.
Cuando mandamos un mensaje de texto, que no
está claro, o que se entendió de manera inadecuada, después podemos darnos
cuenta de dónde estuvo mal escrito, porque lo podemos leer nuevamente. Sin embargo al conversar de
manera cotidiana, no reparamos en lo que dijimos textualmente, aunque lo
hayamos dicho instantes antes, así que resultará casi imposible detectar algo,
si no le pusimos atención (cosa que generalmente hacemos).
En este punto, empiezan a
tener más sentido, el porqué, hay cosas que se pasan como recetas, que a
algunos les funciona y a otros no. Son como los chismes, de voz en voz se van
corrigiendo, aumentando o degradando de acuerdo al sentir de cada emisor, hasta
que termina en algo totalmente diferente al origen.
Por otro lado, no sé cómo lo descubrieron, pero se supone que todos los días tenemos como
60 mil pensamientos navegando en nuestra cabeza, aunque a pesar de ser tantos, día a
día son los mismos; te podrás imaginar cuántas veces pides y piensas en algo,
que crees que no pasará o que lo deseas así. Pides por pedir, sólo hablas de terceras
personas, de lo que no te gusta. Aunque
tú no te escuches, imagínate que hay un genio colgado en tu hombro, a la espera
de tus órdenes, o lo que él va a tomar como una orden a seguir. ¿No crees que
vale la pena, pensar antes de hablar?
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