jueves, 16 de octubre de 2014

Lo positivo y negativo de nuestra vida

Mi vida estuvo llena de desgracias,
muchas de las cuales, jamás sucedieron”.
Descartes

Acostumbramos a catalogar las experiencias que vivimos como positivas o negativas, pero esto es sólo una ilusión que nos encadena a vivir cierta incomodad o sufrimiento, que dura el tiempo que determinemos nosotros mantenernos en una misma opinión, (tal vez por eso aparece el dicho: “es de sabios cambiar de opinión”).
        Cuando estamos frente a una situación, una de las tantas que experimentamos en el día, inmediatamente la pasamos a través de nuestro filtro de placer o dolor, que no es más que un tabulador que hemos ajustado de acuerdo a nuestras vivencias pasadas, y que no tiene nada que ver con lo que se nos presenta ahora. Son circunstancias similares a unas anteriores, pero que no implican ser el mismo momento, no es que se repita la escena otra vez, sin embargo, la evaluamos de acuerdo a la anterior. Podemos hacer un recuento mental de cualquiera de nuestras experiencias repetitivas y nos daríamos cuenta que generalmente tomamos las mismas decisiones al respecto. Lo cual, en lugar de  tomar lo que se nos presenta como una segunda oportunidad, para hacer algo diferente, volvemos a repetir, todo y por lo tanto conseguimos el mismo resultado (aunque este no nos parezca acertado). Esto es algo más o menos, como si tuviéramos un examen con respuestas de opción múltiple, y a sabiendas que todas son correctas, siempre elegiríamos las mismas.
        Si nosotros, cuando empezamos a caminar, con las caídas hubiéramos desistido; una gran mayoría, no caminaría. Lo superamos y logramos hacerlo, porque en esa etapa no tenemos tantas limitaciones acumuladas y definidas como experiencias. Además,  quien tenemos a nuestro alrededor no se le ocurriría evitarnos el aprender, porque da por hecho que es algo que necesitamos realizar de una u otra manera. No así, si fracasamos (por decir así) en una relación amorosa, o un trabajo,  o un proyecto;  generalmente la gente que nos rodea (la que nos “quiere” mucho)  nos apoya alimentando nuestros miedos y justificando el desistir.
         Por otro lado, cada que acuso a las circunstancias, al vecino, al de enfrente, al clima; de ser culpable de lo que me pasa o deja de pasar, yo cedo mi poder creativo, me inutilizo, quedo como un títere, víctima de todo lo que me rodea, y por ende, sin un solo sentido para vivir, Porque, ¿Cómo para qué vivir algo que ya está predestinado y que además no tengo poder o derecho alguno? ¿No es, algo cruel, ilógico e injusto?

           Si tan sólo me diera el permiso de mirar desde otro matiz, parada desde otro lugar; donde lo que vivo, es por y para algo que me viene a ayudar a evolucionar y no a agredirme, sea cual sea la situación que aparezca. Aprender a quitar adjetivos a algo por muy “no placentero” que parezca y encontrar que bendición o regalo me trae, o incluso  lo que me evita pasar. En su caso contrario, no dejarme obnubilar por situaciones que aparentemente son inmejorables y después encuentro que no.  Reconociendo que cada que elijo o decido algo, tengo total responsabilidad sobre lo que se desencadene a partir de eso, creando mis próximos posibles futuros.  Experimentando cada nuevo momento, como de verdad, nuevo. El miedo pasaría a ser utilizado como los animales, en un sentido único de sobrevivencia, y no en una pesadilla mental que me mantiene en una situación  de posibilidades sostenida, pero que la vivo en otra dimensión, en un tiempo que puede jamás ocurrir, mientras la vida me pasa por enfrente sin que haga absolutamente nada.

No hay comentarios: