lunes, 29 de julio de 2013
miércoles, 24 de julio de 2013
La espiritualidad.
Desde que empezamos a tener uso
de razón, nos introducen varios conceptos importantes y básicos en
nuestra vida. La espiritualidad es uno de ellos. No sé,
en el caso particular de cada uno, pero sí, hablo por el mío y lo que tengo a mi
alrededor. Que nos han vendido una idea errónea y alejada de esta realidad. No
voy a culpar a nadie, porque al final,
no es ese el punto; simplemente ha sido un aprendizaje llevado de padres
a hijos; con, en la mayoría de los casos, la mejor intención; derivándose del concepto colectivo, que en tal
caso sería más importante investigar de dónde salió todo esto, y con qué
fin. Que a lo único que nos lleva es a
llevar una vida de contradicciones, antinatural y llena de culpas (lo cual se
me antoja como objetivo de quien lo inició); ya que es muy difícil, ejercer o vivir una libertad, cuando siempre te
encuentres atado a una culpa o a prejuicios.
Y
entonces aprendemos, que ser espiritual
semeja a ser un ermitaño metodista, renunciando a todo lo que placer
provoca, en algún sentido del cuerpo; convertirse en alguien que se someterá a las necesidades de otro y
que su carácter será invariablemente, un mar en calma. Que jamás puede cometer un
error, situación ilógica; a menos que pensáramos que la vida completa ya está
programada sin ningún cambio, donde a algunos les tocó un guion perfecto. Y si
hablamos de la paridad: dinero-espiritualidad, es totalmente descabellada, casi
innombrable. Es como si, en el momento de elegir este camino (que no es ajeno a
otros menesteres) te convierta en un limosnero. Se le ha puesto en un saco muy
grande, que no es sorprendente, no ver
muchos candidatos tras él.
El ser humano es espiritual, lo que ha
pasado es que lo hemos olvidado, no tenemos que hacer nada para lograrlo, hemos copiado rituales, que a alguien le
funcionaron, sólo necesitamos conectarnos con nuestra esencia. Lo que nos mueve,
lo que nos mantiene vivos. Compartirlo con los demás, con pasión. Cada que entramos en un estado creativo, nos
conectamos. Y la creatividad se vive de
una manera muy personal, probablemente ese estado en ti, sea cuando arreglas un carro, cuando pintas un
mueble, cuando compartes tus conocimientos con otros, cuando haces deporte. No
necesariamente ser un “artista”, en el restringido concepto que manejamos
comúnmente, todo lo que hagamos de una manera entregada, apasionada, es un
arte. Porque cuando lo hacemos así, sucede de una manera única e irrepetible
como nosotros.
Tampoco debemos olvidar que somos
multifacéticos, por lo consiguiente, el hecho de empezar a trabajar una faceta
de nuestra vida, llámese hija, esposa, amante, padre, hermano, etc., no se arreglan en automático las otras,
son como capas de cebolla, iremos
quitando una a una, con una gran probabilidad, de que al resolverse, aparecerá
otra. De eso se trata la vida. Hemos
negado o renunciado tanto a nuestra espiritualidad y ¡cómo no!, si nos parece
castrante, que necesitamos proyectarla
en santos, personas que creemos casi irreales. De las cuales aceptamos una de
sus facetas con agrado, buscado siempre entre las otras, su oscuridad para juzgarla. Perdemos la perspectiva, cuando queremos matar
al mensajero, dejando a un lado lo importante: el mensaje.
Aprendamos a disfrutar de la vida, tal como es. Podremos empezar a dar,
no a todos les gustará nuestro fruto, pero más de uno se acercará a nuestra
sombra, cuando le sea necesaria.
domingo, 21 de julio de 2013
miércoles, 17 de julio de 2013
miércoles, 10 de julio de 2013
viernes, 5 de julio de 2013
miércoles, 3 de julio de 2013
La unión inconsciente. Por Haydée Terán.
“Lo que
no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino” Carl
Gustav Jung.
En nuestro inconsciente
albergamos muchas historias, acumuladas desde nuestra gestación o que nos son
heredadas, se van tejiendo como el hilo y urdimbre que vamos colocando, con cada
experiencia y emoción de aquella. Que nos programan, de manera que cuando
vivimos una nueva experiencia, sólo reaccionamos, la evaluamos de acuerdo a lo
que ya conocemos, lo juzgamos, comparado con esas referencias. Por lo tanto,
siempre estamos viviendo en el pasado, decidimos que es bueno, adecuado o
incorrecto con base a todos los datos,
que se colocaron en la memoria y que muchas veces, ni siquiera son de nuestras
vivencias, sino, heredadas de nuestros
padres o abuelos. Así va ocurriendo nuestra vida, todo gira de acuerdo, al Dios de mamá, a los valores de la abuela, a
las manías de nuestro padre o proyectos insatisfechos de nuestro abuelo, y
también, como sociedad que somos, a los
prejuicios colectivos de nuestro entorno.
Cuando encontramos a alguien, ya lo
habíamos buscado, no con nuestros ojos, sino más allá de nuestros sentidos, con
nuestro inconsciente y sus necesidades. Vaya a ser nuestro futuro jefe, que
quizá es el padre eternamente buscado y
no encontrado, nuestras amigas, como
madres sustitutas para que nos sigan controlando, regañando y limitando.
Actuando de manera magistral, el papel que nos tocó representar en nuestro
árbol genealógico. Ahora víctima, ahora verdugo. En una rueda de la fortuna,
que sólo gira desde su misma base, mismo lugar, misma vuelta y todo se repite. Profesiones,
tragedias, arquetipos. Buscando afanosamente el reparto de los demás,
que harán el papel que necesitamos para embonar de manera perfecta en nuestros
guiones. Si requerimos un villano, es porque
sólo sabemos hacer el papel de víctima, que estaremos representando hasta que
nos cansemos y queramos actuar en otro personaje.
Huir de una situación, buscar otra persona, a
la que sólo le cambiaremos el nombre, porque “casualmente” estará siendo igual
que la anterior, no nos ayuda a mejorar. Si deseamos un cambio, éste,
iniciará en un viaje intenso y
extenso a nuestro interior. Bucear entre nuestras creencias, apegos y deseos,
desmenuzarlos y entenderlos. Para encontrar los propios. Dejar los
sirven para llevarlos por el sendero que queremos recorrer, quitar los
pesados lastres que nos obligaran a quedarnos atorados en el camino.
Todo se reduce a crecer, a tomar
consciencia de nuestra vida, responsabilizándonos de ella. Sin miedo, sin
trampas, sin culpas. Cuando tomemos las riendas de nuestra vida, no habrá más
que lo que nosotros queremos que haya, les arrebatamos de una vez por
todas, el poder que alguna vez, les otorgamos a los otros.
lunes, 1 de julio de 2013
Rodrigo González (Rockdrigo) por Haydée Terán-
Con una guitarra
y una armónica, un jeans en jirones, un caminar desgarbado, recorriendo calles de la ciudad de México,
las plazas, el metro, y los autobuses urbanos. Rodrigo González, como un poeta
urbano, un rock trovador, inventa y
reinventa la realidad vivida, en las
hurbanistorias con h, series de anécdotas citadinas que salieron influenciados
de la colección de cuentos de La familia Burrón. Y las que iba recogiendo en su
andar. Según él para ser un trovador, se necesitaba empapar de pueblo, de lo
que le acontecía, lo que le adolecía.
Hilos que se convertían en madejas y el entretejía en los compases de su música
rascando una guitarra, voces adoloridas de la ola de sufrientes que en el mar
de gente, él encontraba.
A veces sombría, otras atenta a las historias que palpaba entre
sus vivencias diarias, cerca de la raza, de la cultura suburbana, que tanto le
preocupaba, el destino de una juventud entre drogas y alcohol. Su fuente de
inspiración y su público. Con una voz
áspera, algo nasal y aguardentosa, como la misma sociedad de la que hablaba en
sus letras. Con profundo valor social, crítica política y rebeldía a un destino
preconcebido por costumbres y herencias.
Esta percepción llevada al idealismo,
gracias a una muerte trágica y prematura. Por lo cual se le ha puesto en un
nicho demasiado grande, ¡claro! su público, de grandes dimensiones por ser
mayoría: el populacho; es responsable de haberlo convertido en una leyenda urbana,
como a su discografía.
Bajo el influjo del alcohol, de un pase de
mariguana o la depresión post-cruda del fin de semana, un trabajo mal pagado o
la falta de éste por una precaria educación, una carente ambición de
prosperidad, violencia intrafamiliar, etc. Un mar de problemas que se van
difuminando, sólo de vista, al hacerse gorda. Amenizando el ambiente con una rola de Rockdrigo. Para
sentirse que no es el único, que hay más de uno como él, comprendido y
apapachado en las notas rasposas de su
ídolo.
Es sin duda una fórmula sencilla, barata y
muy socorrida, para lograr éxito y reconocimiento dentro de una gran masa.
Porque no sólo ha sido usado sólo por él en sus canciones, también el cine
mexicano, últimamente también las telenovelas, porque la “guarrez” vende.
Retratar su miseria y mediocridad, bajo una condescendiente comprensión, para
que sigan proliferando temas y más temas del conformismo, bajo el disfraz de su buena voluntad, porque con tener la
intención basta, aunque jamás se actúe más que en un perjuicio común,
abanderado por la ignorancia. Una ignorancia por apatía y flojera. Que se ha
convertido en un verdadero cayo de la sociedad, una verruga fea y dolorosa,
pero que les gusta enseñar, con una gran presunción. Como si dijeran “miren,
como sufro, pero aquí sigo firme”.
Alentando su conducta, diciendo que va bien, que al final se rescata el
corazón de mártir, sinónimo de “buena gente”, aunque se carezca de moralidad y
valores. O que en su defecto existan, muy viciados.
Retratando los pasajes de sus vidas, que entre más crudos son mejor, como si a
fuerza de escucharlos. Nos pareciera más común y por ende menos reprobables.
Ídolos a los cuales se les escucha
retratar las historias sin ponerle nada, porque ya existe todo, historias que
se pueden recoger de cualquier lado, como a los papeles de basura tirados en el
suelo, únicamente para copiarlas y narrarlas sin aportar nada, sólo para darles
fuerza y seguir el mismo camino, total, “mal
de muchos, consuelo de tontos”.
Bibliografía
http//es.wikipedia.org/wiki/rodrigo_gonzalez
http//www.rockdrigo.com.mx
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