Empezaremos por definir qué es el amor, casi todos entendemos que es un sentimiento
fuerte, “involuntario”, que nos provoca hacia otras personas, con las cuales
queremos mantener una relación, que se experimenta de diferentes maneras e
intenciones según el tipo de relación que estemos estableciendo; filial,
empresarial, fraternal, o de pareja. Por
lo general alberga emociones que nos hacen sentir bien, al menos en un plano idóneo. Vamos a
enfocarnos en la relación de pareja amorosa.
¿Estás preparado para enamorarte?
Supongo que tu respuesta es no, si qué crees que no hay que prepararse,
ya que siempre nos han dicho que: “al corazón no se le manda”, o dirás que sí, por el hecho de desear estar
en pareja, y ya con eso basta. Precisamente aquí está la base en la que
fundamos nuestra importantísima estructura de relación: en ideas. Si vas a comprar un carro, elegir una escuela,
incluso decidirte por un platillo ante un menú, requiere que hagas un juicio al
menos, donde descartas muchas opciones y te quedas con la que te parece mejor
¿verdad? Y depende de la importancia, hasta días te toma, investigaciones
incluso. ¿Por qué para elegir un
compañero(a) de vida, no lo haces así?
A nuestra defensa dirás que es imprevisto, inevitable. En mi opinión, te
diré que creo que no. Desde pequeños tenemos un aprendizaje diario al respecto
con la familia que vivimos, eso nos va haciendo que vayamos coleccionando ideas
de qué sí y que no,
queremos en nuestra pareja, repetimos
patrones de noviazgos, largos, cortos, muchos, pocos incluso nos programamos
para las edades de formalizar esa unión, parecidas a la familia en que crecimos.
Vamos adquiriendo pautas con las que creamos un ideal, que reforzamos con la información que tengamos a la mano de revistas, novelas,
películas, donde el amor, es totalmente idealizado en prototipos de relaciones.
Que se dan al azar, si eres feliz con lo que te tocó es porque tuviste suerte y
si no pasarás más de una decepción, porque quién llegó no era la persona
correcta, seguro Cupido tenía los ojos tapados cuando te tocó.
Primer error, no hay persona
correcta, con esto te puedo ahorrar una serie de “malas” relaciones, si así las quieres ver. ¿Has
escuchado sobre la Ley de la Atracción? Bueno, de eso que llamamos
enamoramiento esta regido por esa Ley, a la que estamos sujetos, no importa si la
desconocemos o no. Es como la gravedad, que su aplicación es inherente, la entiendas o no. Esta Ley dice similar atrae similar, lo que esté en tu misma frecuencia de vibración, vas a atraer a la persona más
adecuada para el momento evolutivo
en que te encuentres. Te darás cuenta de esto por la diferencia de parejas
que has tenido, si todas son iguales, entonces no has crecido nada desde la
primera, o verás tu crecimiento porque cada una será mejor que la anterior.
También influye el desde dónde
buscas emparejarte, si lo haces porque te sientes solo(a), porque todas tus
amistades ya tienen pareja, porque ya “deberías” tener, o cualquier
justificación que se le parezca, lo estás haciendo desde una necesidad, o sea que tú llegarás a esa relación, para
exigir, para que te den, para que te llenen. Generalmente esas necesidades
nunca son satisfechas, aunque la otra persona se medio mate por
complacerte. O reforzará eso que te hace
sentir menos, soledad, abandono y que igualmente te parecerá un fracaso.
Alguna vez te has preguntado
¿qué hacen esas parejas, que sí son
felices? Pues allí está el “secreto” de su “suerte”. HACEN con mayúsculas y en plural,
generalmente es el encuentro de dos personas que no se unen para ver qué reciben, ambas aportan a esa
pareja que forman, porque les es importante la relación que tienen. Pero no se
llega a este punto, porque ellos son “especiales”, son personas como tú o como yo, que ya pasaron
el proceso de auto reconocimiento cada uno por su lado, donde se han aceptado y conocido lo
suficiente, donde ya no buscan que los completen, porque se encontraron a sí mismos, están plenos.
Por lo tanto llegan a formar una pareja para compartir lo que ya son. Que no es ni más ni menos, que eso que llaman
amarse así mismo.
Cuando una persona se sabe amar,
se acepta tal como es, por lo tanto no necesita que alguien se la pase levantándole
la estima todos los días, tampoco que le reconozcan lo que haga para sentirse
valorada, no necesita que la vean todo el tiempo para no sentirse abandonada,
está segura de lo quiere o no, por lo tanto sabe poner y ponerse límites. Una
personita así, cuando ya está en ese punto, puede negociar, llegar a acuerdos,
sin miedo a perder, porque sabe que no está en una batalla.
El amor como empresa
Un noviazgo o un matrimonio, según sea el caso, siempre me ha parecido
bien compararlo con una empresa, aquí hay dos socios, con intereses comunes, de los cuales ambos se encargarán de mantener y
crecer, cada uno con el rol o tarea asignada. Como las empresas mismas, hay las que inician
bien, tienen éxito y luego caen en bancarrota; otras que siempre están llenas
de problemas que nadie sabe cómo se mantienen vivas y las que crecen y crecen y
crecen. Todo depende si los socios se
mantienen con los mismos intereses, hacen los cambios adecuados cuando lo
necesitan, invierten para crecer, tienen juntas directivas para ponerse de
acuerdo con las ideas nuevas que tengan, y mantienen
los valores con los que se fundaron. Pienso yo que así, depende del empeño, trabajo, interés le inviertan.
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