lunes, 22 de junio de 2015

Un padre no es sólo un papá.

Ahora con las redes sociales, al Día del Padre se le nota un poco más que años atrás.  A diferencia de la  importancia exorbitante a la celebración que le corresponde a la Madre,   que  le da, la mercadotecnia, las escuelas,  el gremio restaurantero y demás. No es que critique o enaltezca a una de las dos, pienso que siempre es bueno tener algo que celebrar; sólo que saber qué y  para qué hacerlo,  ya que,  por mera conducta colectiva, no le veo mucho sentido.
     Precisamente la diferencia de importancia que  parece o me parece que se le da a uno y otro, es lo que me inquieta. Si uno no fuera tan importante como el otro, la naturaleza simplemente no necesitaría a los dos para crear vida, ninguno puede ser protagonista, ni se requiere de más porcentaje de uno que del otro. Sin embargo con la tendencia a alargar más el período de maternidad saludable, menospreciar la importancia de la figura paterna y fomentar el aumento de madres solteras como modelo ejemplar a seguir. Quienes terminan siendo los más afectados siempre son los hijos. Independientemente de la situación que se viva, el aumento de hijos huérfanos de padre, ya sea porque la madre no permite que ejerza su función por sobreprotección, celos, inmadurez, irresponsabilidad o intereses económicos (cuando los hijos son un cheque al portador), o por mera identificación con personajes ficticios de novelas con esa tendencia o porque de verdad no haya un padre. Cuando hay una separación, a pesar de ser más común ahora, los hijos siguen siendo en su mayoría carne de cañón, como garantía para lograr cosas o conductas de sus ex cónyuges, dejando en segundo o último plano el bienestar de los vástagos.  Yo no digo que no se le dé mérito a quien lo merezca, pero no a costa del demérito de otro, que para empezar me deja claro cierta mediocridad, como para brillar por sí mismo, como aquello que la luz se nota, entre más oscuridad haya.
     Para que un padre o una madre lo sean, debe de haber un hijo de por medio, obligado. Yo, como todos, sabemos que las leyes actuales deciden que un niño deja de serlo, al cumplir los 18 años, esté como esté (me refiero a madurez, responsabilidad y otras monerías que se pasan por alto), al menos es cuando el padre o la madre ya no serían legalmente necesarios. Aunque por experiencias ajenas, cercanas o lejanas o incluso propias,  esa madurez dependerá en muchísimo de lo que papá y/o mamá, o quien se haya hecho cargo,  le haya educado al niño en cuestión, como para ya tomar su título de adulto, con toda su independencia y responsabilidad.  En otros ayeres u otras culturas, sabemos que este desapego ocurría mucho más temprano, con mejores resultados.
     ¿A qué viene todo esto? A que unos hijos sanos, que el día de mañana serán la sociedad de este mundo, con tal sanidad como tengan éstos.  Si nos fijáramos un poco en el desarrollo de un humano, por simple lógica y observación. La necesidad de la madre, es muy importante mientras el niño no pueda comer, desplazarse y realizar sus necesidades básicas por sí mismo. Que esto se traduce más o menos en cuanto empiece a hablar, caminar y poder comer sin ayuda. Después de esto, necesita un padre que le lleve a la “selva” para empezar a defenderse, cortar con el mimo de la madre, darle soporte y seguridad en el mundo. Aquí es dónde nos estamos perdiendo. La protección se ha convertido en sobreprotección, por las características en las que se lleva ahora esto. Los modelos actuales de conducta a seguir.  La madre por “necesidades” de ésta nueva era,  tiene que trabajar,  si decidió tener un hijo, (aún cuando tomar una decisión implica una renuncia  entre dos entes ó circunstancias) no se puede dar el lujo de dejarlo, para hacerse cargo del bebé los tres primeros años, para  hacer el papel que le correspondería, se sustituye con las guarderías, niñeras o la abuela, si es que cuenta con ese privilegio. Dado que esto,  ella lo sabe, el sentimiento de culpabilidad aparece y se sustituye con una sobreprotección que merma en mucho el desarrollo del infante,  para entonces,  sólo le quedan tres años más al niño para conformar su estructura, su psiquis, que  lo marcará para toda su vida. Estos otros tres años son los del padre, para hacer su papel, si la sociedad y la madre lo permiten. Lo digo así porque gracias a los estímulos que nos gobiernan, como las modas,  mercadotecnia y demás, se ha tratado de “maternalizar” el papel del padre, que no lo veo del todo malo, siempre y cuando la función que le corresponda la cumpla. Porque no nos olvidemos que somos imitativos, aprendemos así, con modelos. Los roles con los que se eduquen son los que se repetirán, si el padre hace de madre, alguien tendrá que hacer ese otro papel, o la madre anula el rol de padre con eso de la paternidad con soltería, está simplemente educando al hijo a medias. Que se notará en la adultez de éste, cuando se enfrente a una toma de decisiones, a enfrentarse a cosas nuevas, a dejar situaciones que no le sirvan,  y cualquier otro detallito de las vicisitudes que pueden aparecer en la vida, siempre para su crecimiento, por supuesto.
     Un ser está completo cuando sus partes están integradas, en él, individualmente, que no tiene nada que ver con si los padres viven o no juntos, está más que comprobado que muchos hogares separados han dado mejores resultados que otros donde sólo la muerte los separe. Así que juntos o separados, me parece que cada quien tiene un papel, que no se debe anular ni sustituir por el otro, ya que ambos son muy necesarios que estén, los primeros años, después ya cada quien decidirá cómo funcionará como tal,  total, ya está demás.
    En fin, en este compartir de opinión, desde mi derecho como hija que fui en algún momento, como madre que soy para no cargar con obligaciones de por vida, que impedirían ejercer otros papeles, y porque al final de todo, de mis hijos me importa por su mucho su bienestar, independiente del mío o de mis miedos. Así que ni más ni menos mérito, honor a quien lo merece y tan tan. Muy feliz día del Padre.


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