martes, 3 de febrero de 2015

Eso que llamamos amor.

El amor es no por cualquier cosa,  el sentimiento más buscado y ponderado por todos.  Gastamos la vida en pos de su encuentro, sufrimos con su pérdida, enloquecemos cuando lo tenemos,  tirando todo por la ventana. Responsable de haber inspirado a miles de artistas, expresándolo en letras, plástica, música, cine y toda expresión artística que exista. Pero ¿qué es el amor?,  si preguntamos, recogeremos infinidad de respuestas, tan opuestas unas de otras que sería difícil clasificarlas, es imposible escoger una como definición.
       Conocemos como amor, el enamoramiento, un estado de ensoñación, con ayuda de nuestra biología, que se desencadena en  la corteza frontal, para después pasar por el sistema endocrino, la feniletinamida en el cerebro es obligada a producir dopamina, cuyos efectos son parecidos,  a los que causan  drogas como las anfetaminas, que nos provoca la necesidad de ver a la otra persona, todos los cambios químicos que experimentamos en el cuerpo y demás conocidos. Etapa en dónde encontramos en la otra persona el  famoso complemento, que no es otra cosa que llenar el hueco de nuestras carencias (necesidades).  En medio de esta especie de ilusión,  donde idealizamos las características de nuestra pareja a través de un medio convivir,  tiempo en el que mostramos lo que creemos que al otro enamora, creamos un personaje, que podemos sostener porque no lo actuamos todo el día, sólo en las citas;  los mensajes y cartas pueden ser fácilmente impostados, porque no tenemos que echar mano del contacto visual y el lenguaje corporal, que de hecho dice más que todo lo que hablemos,  además que contamos con premeditación y alevosía al hacerlo, generalmente se aceptan cosas que no gustan, las que si nos apetecen se ocultan, etc. toda una incoherencia. No se ponen muy de acuerdo todavía cuánto dura esa etapa, pero va de meses a lo mucho dos años (me atrevo a decir, si no cohabitan durante este tiempo o  dura hasta que el cohabitar se inicie).
        Cuando una pareja decide ir un paso más arriba, que sería la de convivir bajo un mismo techo, ya sea pasando por un matrimonio o unión libre o como gusten llamarle, eso sí, de tiempo completo.  Las vicisitudes del diario vivir, compartiendo olores, manías, gustos, horarios, y responsabilidades,  da paso al conocimiento real de la otra persona,  se empieza a saber qué tenemos enfrente. Esta nueva estación dura el tiempo que gustes, porque no hay un punto en la vida de una persona que ya no modifique nada, de hoy a mañana podemos cambiar y drásticamente.  Es el iniciar un camino juntos para descubrirse y redescubrirse día a día, con voluntad, decisión y la mejor disposición, eso sí se requiere de ambos. . En esta nueva estadía, nos puede hacer un poco de ruido o mucho, los prototipos de la pareja ideal, los patrones que cargamos como referencia, los ideales que hemos planteado como expectativas, y que anteponemos a la realidad con la que contamos. Sin contar con las intenciones que a veces están ocultas en una o ambas partes de la pareja.    
     Si partimos de que no sabemos que buscamos ¿cómo vamos a reconocer el amor cuando lo encontremos? Podría pasar de largo y jamás verlo, o tomar otra cosa en lugar de él. Que generalmente es lo que nos sucede, estamos bastante contaminados con nuestra escuela de modelos a seguir, del esposo(a) perfecto(a), del matrimonio perfecto, que se olvida mirar lo que tenemos enfrente para poder amarlo. Se ama lo que se conoce, así que ese gran amor es a partir de esa convivencia, no hay un molde porque hay miles de maneras de amar, con un común denominador, la incondicionalidad. (por si no saben, es la ausencia de condiciones).  

       Otra cosa que nos marea mucho, es la famosa alma gemela, justificamos con su ausencia cuando no nos gusta cómo evoluciona nuestra relación. Salvo que cualquiera puede ser esa media naranja que andas buscando, atraemos exactamente lo perfecto a nosotros por compatibilidad, ese es el mejor espejo que tenemos, la pareja, que  siempre refleja nuestro estado actual, lo cual nos serviría de excelente indicador para saber cómo andamos nosotros mismos. Tenemos nuestra justa medida, porque no podemos por ley de atracción y vibración más que lo que somos y tenemos. Con un gran trabajo interior, podríamos ir puliendo esos “enganches”, para que cada vez sean menos, convirtiéndonos en una naranja completa, sin huecos, sin abolladuras, sin cicatrices, sin partes faltantes. Para dar paso a encontrarnos con otra naranja completa que su única necesidad sea la de compartir. 

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