El amor es no por cualquier
cosa, el sentimiento más buscado y
ponderado por todos. Gastamos la vida en
pos de su encuentro, sufrimos con su pérdida, enloquecemos cuando lo tenemos, tirando todo por la ventana. Responsable de
haber inspirado a miles de artistas, expresándolo en letras, plástica, música,
cine y toda expresión artística que exista. Pero ¿qué es el amor?, si preguntamos, recogeremos infinidad de
respuestas, tan opuestas unas de otras que sería difícil clasificarlas, es
imposible escoger una como definición.
Conocemos como amor, el enamoramiento, un
estado de ensoñación, con ayuda de nuestra biología, que se desencadena en la corteza frontal, para después pasar por el
sistema endocrino, la feniletinamida en el cerebro es obligada a producir
dopamina, cuyos efectos son parecidos, a
los que causan drogas como las
anfetaminas, que nos provoca la necesidad de ver a la otra persona, todos los
cambios químicos que experimentamos en el cuerpo y demás conocidos. Etapa en
dónde encontramos en la otra persona el famoso complemento, que no es otra cosa que
llenar el hueco de nuestras carencias (necesidades). En medio de esta especie de ilusión, donde idealizamos las características de
nuestra pareja a través de un medio convivir, tiempo en el que mostramos lo que creemos que
al otro enamora, creamos un personaje, que podemos sostener porque no lo
actuamos todo el día, sólo en las citas; los mensajes y cartas pueden ser fácilmente
impostados, porque no tenemos que echar mano del contacto visual y el lenguaje
corporal, que de hecho dice más que todo lo que hablemos, además que contamos con premeditación y
alevosía al hacerlo, generalmente se aceptan cosas que no gustan, las que si
nos apetecen se ocultan, etc. toda una incoherencia. No se ponen muy de acuerdo
todavía cuánto dura esa etapa, pero va de meses a lo mucho dos años (me atrevo
a decir, si no cohabitan durante este tiempo o
dura hasta que el cohabitar se inicie).
Cuando una pareja decide ir un paso más
arriba, que sería la de convivir bajo un mismo techo, ya sea pasando por un
matrimonio o unión libre o como gusten llamarle, eso sí, de tiempo completo. Las vicisitudes del diario vivir, compartiendo
olores, manías, gustos, horarios, y responsabilidades, da paso al conocimiento real de la otra
persona, se empieza a saber qué tenemos
enfrente. Esta nueva estación dura el tiempo que gustes, porque no hay un punto
en la vida de una persona que ya no modifique nada, de hoy a mañana podemos
cambiar y drásticamente. Es el iniciar
un camino juntos para descubrirse y redescubrirse día a día, con voluntad,
decisión y la mejor disposición, eso sí se requiere de ambos. . En esta nueva
estadía, nos puede hacer un poco de ruido o mucho, los prototipos de la pareja
ideal, los patrones que cargamos como referencia, los ideales que hemos
planteado como expectativas, y que anteponemos a la realidad con la que
contamos. Sin contar con las intenciones que a veces están ocultas en una o
ambas partes de la pareja.
Si
partimos de que no sabemos que buscamos ¿cómo vamos a reconocer el amor cuando
lo encontremos? Podría pasar de largo y jamás verlo, o tomar otra cosa en lugar
de él. Que generalmente es lo que nos sucede, estamos bastante contaminados con
nuestra escuela de modelos a seguir, del esposo(a) perfecto(a), del matrimonio
perfecto, que se olvida mirar lo que tenemos enfrente para poder amarlo. Se ama
lo que se conoce, así que ese gran amor es a partir de esa convivencia, no hay
un molde porque hay miles de maneras de amar, con un común denominador, la
incondicionalidad. (por si no saben, es la ausencia de condiciones).
Otra cosa que nos marea mucho, es la
famosa alma gemela, justificamos con su ausencia cuando no nos gusta cómo
evoluciona nuestra relación. Salvo que cualquiera puede ser esa media naranja
que andas buscando, atraemos exactamente lo perfecto a nosotros por
compatibilidad, ese es el mejor espejo que tenemos, la pareja, que siempre refleja nuestro estado actual, lo
cual nos serviría de excelente indicador para saber cómo andamos nosotros
mismos. Tenemos nuestra justa medida, porque no podemos por ley de atracción y
vibración más que lo que somos y tenemos. Con un gran trabajo interior, podríamos
ir puliendo esos “enganches”, para que cada vez sean menos, convirtiéndonos en
una naranja completa, sin huecos, sin abolladuras, sin cicatrices, sin partes
faltantes. Para dar paso a encontrarnos con otra naranja completa que su única
necesidad sea la de compartir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario