De niña me gustaba mucho que
me contaran cuentos antes de dormir, lo hacía mi mamá o mis abuelas, a veces no
se los sabían completos, así que me quedaba con la sensación del ¿qué pasaría?
Entonces me tocaba imaginármelo, como las películas de continuación. Me puedo
imaginar la cara de ensoñación con la que dormía recreando un feliz cuento,
donde yo sería la protagonista, así creo que es como nace la cursilería y el
romanticismo femenino. Yo estaba convencidísima que ese era la manera
“correcta” de cómo sabría quién estaría
destinado a mí, desde el momento en que lo vería sabría que es él, por todo lo
que sabía (más bien esperaba) que iba a experimentar. Esperaba reacciones
corporales que me las sabía de memoria, que indicaría sin lugar a equivocaciones. Yo estaba segurísima que en
el universo nos hacían por pares y tarde o temprano nos conseguiríamos (más
histérico, no podía ser). Lo bueno de todo fue que en algún momento se me fue
olvidando eso, sino, a estas alturas seguiría esperando ese encuentro, que de
esa manera nunca llegó.
Tampoco
me escape de la segunda parte, que esta fue muy condicionada por las
novelas que leí, películas que me receté, las historias contadas por amigas, conocidas
o familiares, lo cual era un manual implícito de cómo sería la relación si te
ama, si te respeta, si de verdad le gustas, etc. Lo que logré fue conseguir
muchas maneras de sentirme frustrada e infeliz por la ridícula desgracia, de
que la acotación que había elegido no ajustaba nunca, se podía acercar, pero
siempre había algo faltante, sobre todo los detalles, esos tan usados en los cuentos, como las flores, las cartas, las sorpresas
magistralmente construidas, momentos idílicos, donde me convertiría en su musa
(¡como si todos los hombres fueran poetas o artistas bohemios!). Además cuando por obvias razones de
polaridad, yo tan viviendo en mi mundo en la luna, aparejo con una persona muy
“realista” para equilibrar esa relación. Entre más exacto tenía el molde, más infeliz iba, porque ¡claro!, no me daba la
oportunidad de conocer al ser que tenía enfrente de mis narices, si lo único
que hacía era compararlo, con ese personaje fantasma. Muchas veces se podía
lograr que consiguiera alguna situación impostada (lo dije bien, por no decir
falsa) por tratar en algún momento de complacerme, hacía algo que no fuera lo
de él, pero esa conducta al ser “actuada”, aunque fuera con la mejor intención,
no era auténtica, lo cual no se repetía o sólo en esas fechas manipuladas
comercialmente, que obvio, era por compromiso, no porque no quisiera
demostrarme su amor, sino que simplemente pasaba de largo por sus
demostraciones auténticas por no encajar en el patrón preestablecido de la
pareja perfecta.
Luego se encuentran los
condicionamientos que tiene la pareja, como de que el amor es para siempre, eso
sin duda es cierto, lo que no es cierto es que dos personas quieran estar
juntas toda la vida por intereses en común, que muchas veces sólo son los hijos,
bienes materiales o beneficios sociales. Aunque esto puede ocultarse
durante una cantidad de años bajo depresiones, enfermedades que tapan los ojos
para no darse cuenta, que la vida que vive, no es agradable y de ninguna manera
satisfactoria, más por cumplir contratos absurdos que imponen otras personas
que ni te conocen, determinan tu estilo de vida basado en un sacrificio
constante de tus necesidades por la de los demás.
Si pasamos la vida buscando la “media
naranja”, damos por hecho que no estamos completos, que en algún lugar de este recóndito mundo, hay alguien que
llegará a nuestra existencia, para cubrir esos faltantes y hacerse cargo de
nuestra felicidad, dejando la suya por un lado para dedicarse a satisfacer la mía,
lo cual se escucha ya, deprimente, determinante y castrante. Que si somos un
poco justos y equilibrados nos rolaremos la carga, de esta manera puede no ser tan pesado, pero
si le toca a uno llevar a cuestas esa responsabilidad, pues ese encanto durará
hasta lo aguante o se muera, lo que ocurra primero. Cabe también la posibilidad
de crear un infierno entre dos, que no se soportan, ya no están interesados en
satisfacer nada, más bien, en responsabilizar de sus desgracias al otro, y
supongo que por eso se mantienen unidos, para castigarle por su osadía.
Afortunadamente cambié la tónica de mis lecturas,
y encontré una frase mejor “dos naranjas dan más jugo que dos mitades”, que de
manera muy coloquial, se engloba lo que les quiero compartir, de mi nueva forma
de ver y vivir (que pude cambiar, aún con
el lavado de cerebro que tenía). Partiendo primeramente de vernos como un ser
completo, del cual nos empecemos a descubrir en todas sus gamas y tonalidades,
luego así enamorarnos de nosotros, nos convertiremos en una persona agradable
para desear su compañía, una cita, unos meses o una vida, que dependerá de los
proyectos de vida que ambos tengan, para aunque no juntos, si caminar por el mismo sendero.
1 comentario:
Sin perder tu esencia de poetisa, hablas como una mujer centrada e inteligente.
Publicar un comentario