Es bastante enriquecedor
conocer gente nueva, ayer en un cumpleaños donde sólo conocía al cumpleañero,
no tuve otra opción, más que socializar con los prospectos a amistad. Y entable
conversación con unas cuantas personas. Es sorprendente, como se puede saber
tanto de alguien, sólo con una introducción; que gracias a eso, nace este
escrito. Por lo cual lo agradezco infinitamente.
La información que sale, después de un
soy y me dedico a, entre palabras más, espacios menos; donde se hace una
“explicación-justificación” de: estoy muy bien, pero hay algo, o a mí me gustaría, vine queriendo ir a otro lado, pero no lo
hice; mientras poco a poco se va desnudando el interior sin saber que lo está
haciendo (decisión, coherencia, actitud, valentía, coraje, ganas de vivir y un
sin número de parámetros más, que
aparecen muy vistosos como ausentes). Y no se da cuenta, porque está tan
concentrado en un discurso que intenta convertir en manipulación para conseguir
una empatía ficticia, inmediata con el
interlocutor (yo o cualquiera), perdiendo el control entre más se aferre a
tenerlo. No estoy diciendo que toda la
gente en la fiesta está en el mismo banquillo, pero éste tipo de personas es el
sujeto a mi observación.
Una invitación a la total desolación en
medio del bullicio de la fiesta, que por supuesto, no es lo que se espera, cuando vas a un cumpleaños. Porque la soledad
se lleva consigo dentro, no hay quien patrocine compañía a nadie, ni por
caridad (que luego se da mucho) pero esto es una incoherencia más grande que de
la que hablo, además de hipocresía. Y
llego a todo esto, porque ¿qué necesidad tiene una persona de ir a mal pasar un
rato, cuando tiene claro qué le gustaría
estar haciendo? Y sólo lo impide, la decisión de ejecutarlo, digo, a nadie se le
obliga a ir a una fiesta o a cualquier otro lugar, porque ya de entrada
implica, arreglarse, trasladarse, dejar de hacer algo o interrumpirlo. Si lo
que te mueve a ir es la intención de conocer personas, vas a encontrar sorpresas,
muchas, agradables o no, que sólo va a depender de las expectativas con las que
llegues, pero si vas cerrado a una
opción, a menos que tengas un tino fabuloso, sólo encontrarás frustración.
Esta es una decisión intrascendente
pero que pasa cuando te llenas de situaciones en las que como columpio, brincas
de una a otra, al mismo ritmo y en similitud de circunstancias, algunas más
importantes, menos importantes, pero todas tienen consecuencias. Y se va
generando un sentimiento que crece poco a poco de frustración, que puede
terminar en depresión, en mal humor crónico, o evasión de las maneras que te
permitas. Donde ya aceptar lo que no
quieres es lo más común, te vuelves una especie de autómata, para llegar a la meta inevitable, cuando te
preguntes: ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, la respuesta obvia es TODO, has
hecho todo, porque quién más que tú fue,
poco a poco concediendo, aceptando. No hay cárcel más grande que estar
dentro de ti, sin poder salir y ser tú mismo quien se lo impida.