A mi parecer, creo que
sufrimos de una fuerte pérdida de la memoria, que cambia completamente (o casi)
de generación en generación, incluso enterrando creencias o información en el
olvido total. Me voy a enfrascar en un
solo tema, las cosas que nos dañan (o que lo creemos así).
Si comparo, tan sólo en la comida, las creencias al respecto, no
tenían nada que ver con las de ahora. Y
bueno, dirán, la ciencia, la investigación, nos cambia la perspectiva; pero
esto en lugar de beneficiarnos nos causa problemas. En la época de mis abuelos (no
nos vamos ir más lejos), dos generaciones atrás, se enfermaban porque creían
que los dañaba un mal aire, el mal de ojo;
que se reventaban las tripas, si te estirabas cuando comías; había una
que no me daba la cabeza para explicármela, la de que se te “pegaban” las
semillas o la piel de éstas en el estómago (¡con jugos gástricos que deshacen
carnes!) en fin, un montón de cosas que ahora o nos hacen reír o nos parecen
ridículas. El punto, es que lo creían firmemente, lo cual se cumplía
inexorablemente, si se daban todos los
requisitos; había combinaciones de comida que jamás se atrevían a mezclar, por
ser supuestamente dañinas, y ahora está de moda la comida de fusión, donde se
combinan ingredientes que jamás a nadie se le hubiera ocurrido, y entre más
original y raro sea, mejor.
El saber, como conclusión; nos llevaría a
tener más libertad de ser, hacer y deshacer, porque todas o casi todas esas
creencias sin fundamento, prácticamente han desaparecido; es muy raro, a menos que sea una persona muy
ignorante o incluso analfabeta, para que le escuchemos frases así. Ahora la
ciencia se ha encargado de llenarnos de otros miedos, sustituyendo los que
quedaron en el pasado. Con el peso de la ciencia por encima sobre las mitos que
ahora salen, a borbotones sobre, las vitaminas, algunos alimentos, el agua,
bueno, nos podríamos llevar hojas y hojas, hablando de cosas increíbles, dones o perjuicios que se le han colgado a
alimentos o sustancias, que antes, ni se nos hubiera ocurrido, pero que ahora
está “científicamente comprobado”, por lo tanto sin ningún miramiento, se le
toma como verdad absoluta. Aunque después aparecen en forma muy efímera o casi
silente, un interés oculto sobre cada mito. Como ha ocurrido con vacunas,
operaciones, que de pronto, se tornan “necesarias”, habiendo una empresa o más
detrás de todo esto, enriqueciéndose tan rápido como se crea la nueva “verdad”.
Con todo esto, han aparecido nuevas
tendencias alimentarias, tales como la ortorexia (obsesión por la “buena
alimentación”), vigorexia (obsesión por
el ejercicio), pararexia (obsesión por
el conteo de calorías), drunkorexia (restricción alimentaria para compensar el
consumo de calorías ingerido por bebidas alcohólicas), potomanía (obsesión por beber líquido para
saciar el apetito); sin dejar atrás, por supuesto la anorexia y la bulimia, que
son más reconocidas. Achancándole males o beneficios a algo que antes no lo
veíamos así. Con la locura de las curaciones mágicas, han aparecido cualquier
cantidad de plantas milagrosas, frutas o verduras con propiedades nunca antes
comprobadas, porque ya eran de uso común muchas, si es que no lo hemos
olvidado.
En gran parte, por no decir que se lleva
el crédito completo, el internet; ha sido el responsable de difundir información que
después se toma como verdadera, sin haberse siquiera molestado por ponerla en
duda, que creo yo, que es una gran
mayoría la que lo adopta así, muchas veces no hay fuentes que lo respalden, y
además hay que tener en cuenta, que cualquier persona puede publicar cualquier cosa, y ni siquiera se preguntan
para qué es esa nueva información o a quién beneficia. Una vez colgada en la red, no hay manera de
quitarla, su difusión es inmediata, infinita y rápida. Pero todo se reduce al poder que le damos o
no, al creerlo. Una vez aceptado como verdadero, pasará a ser parte de nuestras
posibilidades de vida. La decisión es siempre nuestra.
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