miércoles, 9 de abril de 2014

Creo...luego entonces lo vivo.

A mi parecer, creo que sufrimos de una fuerte pérdida de la memoria, que cambia completamente (o casi) de generación en generación, incluso enterrando creencias o información en el olvido total.  Me voy a enfrascar en un solo tema, las cosas que nos dañan (o que lo creemos así).
     Si comparo,  tan sólo en  la comida, las creencias al respecto, no tenían nada que ver con las de  ahora. Y bueno, dirán, la ciencia, la investigación, nos cambia la perspectiva; pero esto en lugar de beneficiarnos nos causa problemas. En la época de mis abuelos (no nos vamos ir más lejos), dos generaciones atrás, se enfermaban porque creían que los dañaba un mal aire, el mal de ojo;  que se reventaban las tripas, si te estirabas cuando comías; había una que no me daba la cabeza para explicármela, la de que se te “pegaban” las semillas o la piel de éstas en el estómago (¡con jugos gástricos que deshacen carnes!) en fin, un montón de cosas que ahora o nos hacen reír o nos parecen ridículas. El punto, es que lo creían firmemente, lo cual se cumplía inexorablemente,  si se daban todos los requisitos; había combinaciones de comida que jamás se atrevían a mezclar, por ser supuestamente dañinas, y ahora está de moda la comida de fusión, donde se combinan ingredientes que jamás a nadie se le hubiera ocurrido, y entre más original y raro sea, mejor.
     El saber, como conclusión; nos llevaría a tener más libertad de ser, hacer y deshacer, porque todas o casi todas esas creencias sin fundamento, prácticamente han desaparecido;  es muy raro, a menos que sea una persona muy ignorante o incluso analfabeta, para que le escuchemos frases así. Ahora la ciencia se ha encargado de llenarnos de otros miedos, sustituyendo los que quedaron en el pasado. Con el peso de la ciencia por encima sobre las mitos que ahora salen, a borbotones sobre, las vitaminas, algunos alimentos, el agua, bueno, nos podríamos llevar hojas y hojas, hablando de cosas increíbles,  dones o perjuicios que se le han colgado a alimentos o sustancias, que antes, ni se nos hubiera ocurrido, pero que ahora está “científicamente comprobado”, por lo tanto sin ningún miramiento, se le toma como verdad absoluta. Aunque después aparecen en forma muy efímera o casi silente, un interés oculto sobre cada mito. Como ha ocurrido con vacunas, operaciones, que de pronto, se tornan “necesarias”, habiendo una empresa o más detrás de todo esto, enriqueciéndose tan rápido como se crea la nueva “verdad”.
      Con todo esto, han aparecido nuevas tendencias alimentarias, tales como la ortorexia (obsesión por la “buena alimentación”),  vigorexia (obsesión por el ejercicio),  pararexia (obsesión por el conteo de calorías), drunkorexia (restricción alimentaria para compensar el consumo de calorías ingerido por bebidas alcohólicas),  potomanía (obsesión por beber líquido para saciar el apetito); sin dejar atrás, por supuesto la anorexia y la bulimia, que son más reconocidas. Achancándole males o beneficios a algo que antes no lo veíamos así. Con la locura de las curaciones mágicas, han aparecido cualquier cantidad de plantas milagrosas, frutas o verduras con propiedades nunca antes comprobadas, porque ya eran de uso común muchas, si es que no lo hemos olvidado.
     En gran parte, por no decir que se lleva el crédito completo, el internet; ha sido  el responsable de difundir información que después se toma como verdadera, sin haberse siquiera molestado por ponerla en duda, que creo yo,  que es una gran mayoría la que lo adopta así, muchas veces no hay fuentes que lo respalden, y además hay que tener en cuenta, que cualquier persona puede publicar  cualquier cosa, y ni siquiera se preguntan para qué es esa nueva información o a quién beneficia.  Una vez colgada en la red, no hay manera de quitarla, su difusión es inmediata, infinita y rápida.  Pero todo se reduce al poder que le damos o no, al creerlo. Una vez aceptado como verdadero, pasará a ser parte de nuestras posibilidades de vida. La decisión es siempre nuestra.
    


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