martes, 22 de abril de 2014

El Desapego

 El desapego, últimamente es una palabra, traída muy a la mano en artículos, consejos románticos, frases célebres y en el camino espiritual. Tan común su palabra como rara su aplicación. Es bastante cotidiano ahora, cuando te enlazas a una red social,  que veas al menos en  los primeros diez minutos,  frases de superación, de libertad, de amor y el desapego es protagonista directa e indirectamente, porque a veces se habla de él, incluso sin mencionarlo. La acumulación de likes, es inminente y automática. Pero, fuera de ese mundo virtual, su protagonismo desaparece, ni siquiera se le toma como invitado casual.
       Hay una situación que hay que entender, desapegarse, no es tirar todos tus afectos y efectos, para que de  un momento a otro decidas vivir en la calle, sin nada (a menos que desees experimentar esto). Y tal vez ese malentendido es lo que haga que no se le pueda tomar y ejecutar como verbo. El desapego es más sutil, menos material e intangible, es un estado donde renuncias a lo que tienes, para cuando ya no esté contigo y lo tengas que dejar ir. Mientras lo vas a tener, disfrutar, gozar, como el día antes de anochecer, como la lluvia antes de salir sol. Vivir sabiendo que tienes todo, y a la vez no te pertenece nada.
         Muchos anclajes, empiezan porque hay  creencias, dichos limitantes que te obligan a permanecer en ese estado de miedo a la pérdida, por creer que nada lo puede sustituir, o por creer que es parte de un estado ideal;  como por ejemplo, sonará muy trillado, la maternidad o paternidad, donde se creen que los hijos hay que traerlos pegados en pensamiento, las 24 horas del día, esto no sólo es patético sino neurótico.  Si observamos el comportamiento de un niño natural, en el momento que ya no es un lactante; juega, convive, se relaciona, sin estar preocupado si su mamá ha comido, si su papá llegó a tiempo a trabajar; empieza a sentirse atado y culpable, cuando la madre o padre  le adhiere a su amor “incondicional” la obligación de correspondencia; de te doy, siempre y cuando tú correspondas,  Se inicia en el amor carente, condicionado e interesado. Empieza a saber que no puede ser merecedor de algo sin dar nada a cambio primero. “Si eres así, te quiero”; “si eres asado, te acepto”, “Estoy tan orgullosa de ti, por haber hecho lo que yo quería”.  Se da cuenta de que para ser aceptado, tiene que prostituirse, no puede ser él, el verdadero no es aceptado, y es muy lindo sentir la aprobación, de la gente que amamos, así que lo repetimos, hasta que se hace un estilo de vida. Hago por compromiso, digo por compromiso, soy por compromiso.
     La vida entonces, comienza a ser una colección de cosas ganadas. Cuesta trabajo conseguirlas y mantenerlas, porque ser muchas cosas a la vez, la mayoría impostando, es cansado. Los logros se sobre estiman,  hay una carencia de saber si se logrará otra vez. Entonces aparece el apego, el aferrarse con todo a eso, conocido.  Con el miedo latente de ser aceptado de nuevo. De tener que inventar otro u otros personajes admitidos.

     Todo esto no sería necesario, y se tornaría hasta ridículo, porque al ser tú mismo, atraerás personas que son como tú, y no otras que aparentan ser lo que no son, no habría engaños. Pero todo surge desde tu casa, si la primera persona que no te acepta es mamá o papá, como puedes seguir adelante, ¿Qué es lo que aprendes entonces? A quedar bien con una tercera persona antes que tú, el mensaje implícito es “si las personas que más te aman, no te aceptan, que puedes esperar de los demás”, y después nos quejamos que no hay gente sincera. Cuando ser lo que uno es, siempre es lo más fácil, no tendrías que hacer nada extra. El desapego sería implícito en tu manera de vivir, sabiendo que tienes lo que necesitas siempre, y nada más. Valiente, viene de mantenerse fuerte, en su territorio (mente, cuerpo, ideología).  Esto es para valientes.

miércoles, 9 de abril de 2014

Comunicación sin errores


Tu sombra


Creo...luego entonces lo vivo.

A mi parecer, creo que sufrimos de una fuerte pérdida de la memoria, que cambia completamente (o casi) de generación en generación, incluso enterrando creencias o información en el olvido total.  Me voy a enfrascar en un solo tema, las cosas que nos dañan (o que lo creemos así).
     Si comparo,  tan sólo en  la comida, las creencias al respecto, no tenían nada que ver con las de  ahora. Y bueno, dirán, la ciencia, la investigación, nos cambia la perspectiva; pero esto en lugar de beneficiarnos nos causa problemas. En la época de mis abuelos (no nos vamos ir más lejos), dos generaciones atrás, se enfermaban porque creían que los dañaba un mal aire, el mal de ojo;  que se reventaban las tripas, si te estirabas cuando comías; había una que no me daba la cabeza para explicármela, la de que se te “pegaban” las semillas o la piel de éstas en el estómago (¡con jugos gástricos que deshacen carnes!) en fin, un montón de cosas que ahora o nos hacen reír o nos parecen ridículas. El punto, es que lo creían firmemente, lo cual se cumplía inexorablemente,  si se daban todos los requisitos; había combinaciones de comida que jamás se atrevían a mezclar, por ser supuestamente dañinas, y ahora está de moda la comida de fusión, donde se combinan ingredientes que jamás a nadie se le hubiera ocurrido, y entre más original y raro sea, mejor.
     El saber, como conclusión; nos llevaría a tener más libertad de ser, hacer y deshacer, porque todas o casi todas esas creencias sin fundamento, prácticamente han desaparecido;  es muy raro, a menos que sea una persona muy ignorante o incluso analfabeta, para que le escuchemos frases así. Ahora la ciencia se ha encargado de llenarnos de otros miedos, sustituyendo los que quedaron en el pasado. Con el peso de la ciencia por encima sobre las mitos que ahora salen, a borbotones sobre, las vitaminas, algunos alimentos, el agua, bueno, nos podríamos llevar hojas y hojas, hablando de cosas increíbles,  dones o perjuicios que se le han colgado a alimentos o sustancias, que antes, ni se nos hubiera ocurrido, pero que ahora está “científicamente comprobado”, por lo tanto sin ningún miramiento, se le toma como verdad absoluta. Aunque después aparecen en forma muy efímera o casi silente, un interés oculto sobre cada mito. Como ha ocurrido con vacunas, operaciones, que de pronto, se tornan “necesarias”, habiendo una empresa o más detrás de todo esto, enriqueciéndose tan rápido como se crea la nueva “verdad”.
      Con todo esto, han aparecido nuevas tendencias alimentarias, tales como la ortorexia (obsesión por la “buena alimentación”),  vigorexia (obsesión por el ejercicio),  pararexia (obsesión por el conteo de calorías), drunkorexia (restricción alimentaria para compensar el consumo de calorías ingerido por bebidas alcohólicas),  potomanía (obsesión por beber líquido para saciar el apetito); sin dejar atrás, por supuesto la anorexia y la bulimia, que son más reconocidas. Achancándole males o beneficios a algo que antes no lo veíamos así. Con la locura de las curaciones mágicas, han aparecido cualquier cantidad de plantas milagrosas, frutas o verduras con propiedades nunca antes comprobadas, porque ya eran de uso común muchas, si es que no lo hemos olvidado.
     En gran parte, por no decir que se lleva el crédito completo, el internet; ha sido  el responsable de difundir información que después se toma como verdadera, sin haberse siquiera molestado por ponerla en duda, que creo yo,  que es una gran mayoría la que lo adopta así, muchas veces no hay fuentes que lo respalden, y además hay que tener en cuenta, que cualquier persona puede publicar  cualquier cosa, y ni siquiera se preguntan para qué es esa nueva información o a quién beneficia.  Una vez colgada en la red, no hay manera de quitarla, su difusión es inmediata, infinita y rápida.  Pero todo se reduce al poder que le damos o no, al creerlo. Una vez aceptado como verdadero, pasará a ser parte de nuestras posibilidades de vida. La decisión es siempre nuestra.