miércoles, 6 de noviembre de 2013

De noche de brujas y muertos.



Me declaro no a favor, ni en contra del Halloween, creo que, ya “me cure de espanto” de ser defensora de tradiciones y todo lo que conlleva, no por restarles importancia, sino por vivir en esta época,  y aceptar que  habitamos  este contemporáneo y globalizado mundo, donde cada vez la frontera empieza a disiparse. La pureza de razas, tradiciones, costumbres es casi como el eslabón perdido.  Pero  no es de eso de lo que quiero hablar. Si no,  ya del hecho,  más que inevitable, imparable,  de que se practique tanto o más la celebración del Halloween que o como la de Día de muertos o Todos Santos,  que además, ahora se ha convertido en un híbrido, fusionándose ambos, para mezclar en los altares “tradicionales” las banderitas de papel picado con los colores de la otra celebración, así como aparecer las calabazas disfrazadas de caras al lado de las catrinas o las calaveritas de azúcar. 
     Centrándome en la práctica,  que es el menester de este escrito, enfocándome justo en la pedidera de dulces. Los niños se disfrazan o no, o lo hacen a medias, o como sea; hasta allí todo está bien. Entrando en la materia de lleno, de que no todo el país está homogeneizado con dicha tradición, me suena un poco descabellado y hasta cierto punto manipulador, que supongan, si es que no lo han pensado o derivado del sentido común (porque al final no es tan común); que no toda la gente está esperándolos con dulces o golosinas,  más aún, si son defensores acérrimos de la tradición autóctona. Tal vez, se me ocurre, que yo, en su lugar, iría sólo a las casas que tienen adornos arquetípicos a la fecha, a manera de que sea la seña, con grandes probabilidades de que yo reciba los esperados dulces, otra sería organizar de antemano, entre vecinos, quienes participarían, porque, ¿qué necesidad? Tiene alguien, de que le pongan caras o no le abran (por lo que ha creado la necesidad de que las madres funjan de chaperonas  de sus hijos en tal práctica).  Supongo yo, qué es precisamente para evitar problemas de ese tipo. Ahora bien, las personas que no quieran participar, están en el mismísimo derecho de los que se disfrazan, donde les parecerá no sólo incorrecto, sino hasta molesto tener que lidiar con los timbrazos de puerta, y verse en la necesidad de darles algo, aunque no lo hayan querido hacer.  Además, con esta fusión, no sólo se ocupan de desfilar afuera de las casas,  el día correspondiente a la noche de brujas, sino que se extiende  al 1ero y 2 de Noviembre, ya de Todos Santos;  pidiendo entonces  su “calaverita” que el estricto sentido de la costumbre, sería una rima, no dulces, por aquello que les vayan a decir que el Halloween ya pasó.
      Creo que van a pasar unos tantos años más, para que sea algo que tenga la aceptación que unos desean de los otros, pero se puede ir estableciendo una tregua, más cómoda para ambas partes.